«Thérèse»: Divina felicidad

Contra todo pronóstico, «Thè- rése» no es una película sobre la dimensión trascendente de la espiritualidad, sino sobre la encarnación de esa espiritualidad en lo cotidiano. La alianza de fe y austeridad podría remi- tirnos a Robert Bresson, y aunque algunos de sus métodos –sobre todo en lo que se refiere al montaje–se cuelan en la puesta en escena de esta producción, lo cierto es que Cavalier se acerca a Thè- rése Martin, que fue canonizada como Santa Thèrése de Lisieux en el año 1925, con la mezcla de admiración y escepticismo de un ateo dispuesto a convertirse en católico practicante a la primera de cambio.

Lo que sobre todo le interesa de Thèrese es su vitalidad, la energía juvenil con que se entrega a su primer y único amor (Jesucristo), la urgencia y la determinación, un tanto atolondradas, con que decide ingresar en la orden de las Carmelitas cuando posiblemente sea demasiado joven para adaptarse a las exigencias de una vida sin contacto con el mundo. Thèrése, como Alain Cavalier, pasa la prueba sin apenas inmutarse: la felicidad de la novicia se traduce en la velocidad de las viñetas que sintetizan, con admirable precisión, sus experiencias en el convento.

Alain Cavalier filma la vida de Thérèse sobre un fondo gris, un ciclorama sin muros que reproduce fielmente la libertad que siente su biografiada, un alma sin otras ataduras que las del amor a un ser invisible.

La sonrisa de este personaje, y el modo en que el realizador francés la filma incluso en su lecho de muerte, es el testamento que nos queda a los espectadores de su santidad.