Cataluña

Entre reformas y rebajas

La Razón
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Aunque nuestro presidente practique el galleguismo tópico en la cumbre de la Unión Europea y se declare entusiasta de la austeridad extrema y del no gastar lo que no se tiene, sus colegas le exigen máxima rapidez en las reformas. Artur Mas, en sus declaraciones después de su primer contacto oficial con él, habló con más claridad de lo posible, lo imposible y lo improbable. Ambos están «en el lío». Aunque alejados de cualquier rasgo luterano, anduvimos a comienzos de este maléfico año de 2012 entre las mayores rebajas anunciadas (y en ocasiones no cumplidas) –eso de ir de tiendas–, así como en las reformas de un Estado que, a lo que parece, ha de renacer de sus cenizas como ave fénix, aunque en los huesos. La mayor preocupación de nuestros socios dicen que reside en la tan anunciada nueva reforma laboral que el Gobierno estima necesaria, aunque no cree empleo a corto plazo. Gráficamente, el presidente de la Generalitat manifestó que los socios de la Unión nos miran con lupa en ella. Tal vez quieran comprobar que los parados amarillean como chinos. No ha sido suficiente que patronal y fuerzas sindicales llegaran a un acuerdo ejemplar en cuanto a materia salarial, que habría sabido a gloria en otros tiempos y que en la pasada cumbre pasó casi desapercibido o al que no se le concedió la importancia que tiene. Lo que proyecta el Gobierno sobre el resto de tan delicada materia se halla entre brumas, aunque las nuevas normas pueden dictarse hoy mismo o la próxima semana. No todas las fuerzas políticas estarán de acuerdo con las palabras perdidas (o no) por el presidente de que puede llegar a generar hasta una huelga general. No hay presidente de Gobierno que se precie que no alardee de una, tal vez para demostrar que se es capaz de tomar medidas impopulares, pero imprescindibles. Ni sindicatos ni personal, estremecidos, están en ello.

Lo peor, creen nuestros gobernantes y lo dicen, está aún por llegar, aunque nos encontremos ya en recesión, y los augures creen que se nos revelará tras las elecciones autonómicas andaluzas, donde el PSOE puede llegar a perder el último refugio de poder y hasta la dignidad. Mientras las reformas de anteriores reformas se van anunciando en cascada: legislativas, educativas, sanitarias o agrícolas, la oposición socialista (sin cabeza visible) anda en la vieja querella de los «antiguos y modernos» que caracterizó una polémica sobre los clásicos en los siglos XVII y XVIII y llegó casi hasta la mitad del pasado siglo. Vencieron los modernos o sea que Carme Chacón tiene esperanzas. Trasladada a la política de hoy, podría definirse como: joven, mujer, catalana y del Barça contra sexagenario, barbado y del Real Madrid. Y poco más sabremos hasta que llegue la hora congresual, salvo los amores que todos se profesan. Las relaciones entre Mas y Rajoy no pasan de escarceos, aunque en lo de los recortes nadie alcance a Cataluña. Hasta el Liceo, templo de la burguesía y cuna de la ópera, se ha recortado. Más sintonía, aunque menos explícita, se advirtió en el PNV. Lo curioso es que nuestros socios y amigos se muestren tan interesados en los asuntos laborales que han de permitir fortalecer el empleo, cuando exista, y manifiesten menos pasión por una reforma una y otra vez aplazada o mal resuelta, como la que precisan las instituciones financieras. Sobre el tema de las llamadas acciones preferentes que han explosionado en cajas y bancos se pasa de puntillas, así como el tejemaneje de intereses y comisiones que se pasan de abusivos. Y, pese a todo, los directivos del sector siguen disfrutando de salarios extravagantes, bonus buenísimos y fondos de pensiones que alegrarán su vejez.

Si nuestro pecado original fue el del ladrillo, lo estamos pagando a precio de platino. Igual nos ha pasado con el invierno –sin frío y los almendros mediterráneos en flor– cuando, sin esperarlo, han llegado los gélidos vientos siberianos y nos dejan temblando. Aunque Sarkozy saque pecho con la aplicación de la tasa a las transacciones financieras y sólo en Francia y Hollande se vea cubierto de harina, sin perder la dignidad que se le supone, ni siquiera en el país vecino, donde por un café hay que pagar cuatro euros, brota algo verde. Y la señora Merkel aplaza, una vez más, decisiones que podrían airear ambientes, aunque siempre quede el recurso de pasarles la pelota a griegos y portugueses. Irlanda se salvó manteniendo los impuestos empresariales bajos, pese al enfado de sus socios. Italia sigue en lo suyo y todos, demócratas, pendientes de elecciones y observando a Irán. Pero los recortes están a la par que los descuentos comerciales. Hemos iniciado la cuesta de febrero, más larga, por el año bisiesto. Economistas opinan que estamos a mitad del camino descendente de los diez años. Pero, ¿quién sabe? El lío.