Brasil
«Mi proxeneta tenía 11 líneas de teléfono para anunciarse en Prensa»
Aunque las mafias «siempre utilizan a una mujer para dar la cara», detrás de los anuncios «hay muchas historias».
María, brasileña de 33 años y madre de dos hijos, lleva siete en España. Pero dos de esos años –los transcurridos desde 2006 a 2008– los pasó en un lugar muy distinto. Aunque vivía en Madrid, estaba encerrada en un inframundo sin más contacto con el exterior que el que tenía con sus proxenetas y con sus clientes, que «no querían saber nada», amenazada y sin posibilidad de huir. Fue el tiempo que pasó en manos de un grupo de explotadores sexuales, que literalmente la secuestraron con una promesa falsa de trabajo. Un golpe de suerte le permitió escapar de esa prisión y, tiempo después, vencido el miedo a acudir a la Policía y ayudada por la Asociación para la reinserción de la mujer prostituida (Apramp) su historia tuvo un final feliz. Pero su caso es excepcional. María recuerda que «las mafias existen y, aunque en los anuncios de los periódicos siempre ponen a una mujer para dar la cara, hay muchas historias detrás».Una oferta falsa«Cuando llegué a España, en 2003, trabajé en el servicio doméstico. Después hice un curso de peluquería y encontré un empleo en este sector, que era lo que me gustaba, con lo que pude mantener mi permiso de trabajo. Pero un día me quedé en el paro y vi que podía quedarme, además de sin ingresos, sin papeles. Así que acudí a Servicios Sociales para que me ayudaran a buscar un trabajo», relata la brasileña. María no llegó a acercarse a la ventanilla. Mientras hacía cola «una mujer se me acercó y me dijo que buscaba una chica para cuidar de su suegra. Me dio una dirección y me citó». María se presentó en el lugar indicado. Pero nada más subir las escaleras se dio cuenta de que se trataba de algo muy distinto. «Había chicas en ropa interior. Quise darme la vuelta, pero no me dejaron». En el piso le esperaba un matrimonio colombiano (la mujer que le había contactado y su esposo) y un «brujo haitiano», que en los meses sucesivos se convertiría en su pesadilla («nos pegaba y hacía ritos»). Drogas y amenazasLlegados a este punto, le confirmaron que la oferta para cuidar a una anciana era un reclamo. Le ofrecieron trabajar como prostituta. «Les dije que no era lo que quería, me puse nerviosa y me eché a llorar. La mujer me tranquilizó, me dio un vaso de agua. No sé lo que tendría el agua, pero me quedé dormida». Al despertar «habían abierto mi bolso, habían visto las fotos de mis hijos, de mi madre, mi dirección en Brasil, y me amenazaron con hacerles daño». Así que la joven no vio otra salida que hacer lo que le pedían y, junto a otra decena de mujeres, se quedó a vivir en el piso. Pasó dos años sin pisar la calle y vivió un infierno. «Me golpearon, me quemaron con puros, una vez hasta me cortaron con un cuchillo. Nos obligaban a tomar drogas (cocaína, hachís, pastillas), porque también traficaban, para hacer que los clientes consumieran. Estaba permanentemente amenazada». Durante ese tiempo no encontró ayuda. «La mujer que me había captado tenía 11 líneas de teléfono, como si fueran de 11 chicas particulares, para anunciarse en los periódicos. Los clientes no eran conscientes de la situación, y no querían enterarse. Las mafias siempre ponen a una mujer para dar la cara, pero hay muchas historias detrás», cuenta. Según los datos que maneja Apramp, donde ahora María ayuda a otras víctimas, «España es uno de los países de Europa con más demanda de prostitución. Se ve por la cantidad de anuncios en Prensa». Durante un «simulacro de redada», María logró escapar «en pijama, corriendo por la calle». Pasó días y días «durmiendo en parques, huyendo y recibiendo amenazas telefónicas, porque me habían dado un móvil que siempre debía coger». Hasta que contactó con Apramp. Tardó aún meses en denunciar, pero al final lo hizo y, en enero de 2009, la Policía detuvo a sus captores y desarticuló el prostíbulo ilegal. El caso de María no es habitual. Fernando Guerrero, jefe del grupo de la Policía que esta semana desarticuló dos clanes dedicados a la explotación de mujeres, asegura que «es muy difícil arrancar una denuncia. Las tienen aleccionadas. Aunque detengamos a los captores, están amenazadas». Y la situación es peor en el caso de las más jóvenes y de las menores. Rocío Nieto, directora de Apramp, explica que «a veces es su propia familia la que las explota. A nuestra asociación vino a buscar a una chica su hermana mayor, que era su proxeneta y a la vez estaba explotada».
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