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Homenaje a los ausentes por Ángeles PEDRAZA

¿Por qué las víctimas tenemos que vivir con la sensación de que los asesinos se han salido con la suya?

Almudena Blanco, Lourdes Rodao y Maite Araluce
Almudena Blanco, Lourdes Rodao y Maite Aralucelarazon

¡2.775 días de ausencia... Cómo duele la ausencia! Miryam ya no está. Unos terroristas, unos asesinos, acabaron con su vida. Estos asesinos dejaron su ausencia y su vacío en mi casa, en sus amigos, en su hermano, en mi vida. Una ausencia que nunca podrá ser sustituida. Ningún político la podrá acercar a mi casa desde el cementerio. Pero sí acercarán a presos asesinos a cárceles más próximas a sus familias.

Cada día en mi mesa hay una silla vacía. Cada fecha importante en nuestra vida, ella no está. Las luces de la calle en Navidad me resultan opacas y ya no brillan porque ella no está. Las familias de los asesinos, gracias a la permisividad de algunos jueces y políticos, cada vez tienen más cosas que celebrar; los asesinos quieren derechos y los consiguen. Tienen la oportunidad de que les destinen a las mismas cárceles de sus parejas y tener hijos: Ya no tengo hija y por vuestra culpa nunca tendré nietos de mi hija. Cada paso que doy en la vida es una ausencia más, porque cada momento sin Miryam son cosas que pudieron ser y no son. La ausencia ya no es singular, es plural, ausencias. Son muchas las que iré acumulando sin ella.

Las ausencias no tienen remedio, no encuentran cura. Aunque al menos se solventarían con menos dolor si hubiera Justicia. Pero en España desgraciadamente nos encontramos con la ausencia absoluta de Justicia. Hasta el punto de que intenten vendernos una «presunta» paz mediante una conferencia de Paz internacional con mediadores internacionales.
Los terroristas de ETA y algunos «ilustres» mediadores todavía no han entendido que aquí no ha habido ni conflicto ni guerra. Aquí ha habido una banda de criminales asesinos que han puesto las balas y una sociedad inocente que ha puesto los muertos. Si la sociedad y la comunidad internacional son tan permisivas con estos terroristas ¿tendremos que ver cómo los terroristas se salen con la suya, se ríen de nuestro dolor? ¿de nuestras ausencias?
¿Por qué las víctimas tenemos que vivir con las ausencias de nuestros familiares y con la sensación de que sus asesinos se han salido con la suya? ¿Tendrá esta sociedad el suficiente valor para pararle los pies a nuestra clase política? ¿Seremos capaces de frenar esta legitimación de la impunidad y de nuestras ausencias?


Ángeles Pedraza
Presidenta de la AVT


Maite Araluce / Asesinaron a su padre en San Sebastián en 1976
«Mis padres no envejecieron juntos»
A mi padre lo asesinaron cuando estaba preparando con ilusión su 60 cumpleaños, que nunca llegó. Dejó viuda y nueve huérfanos. Aún siendo una persona muy ocupada, siempre sacaba tiempo para su familia que era lo que más quería. De su familia se ha perdido prácticamente todo. Cuando murió, los cinco pequeños estábamos aún en el colegio, por lo que se ha perdido nuestros estudios universitarios, noviazgos y matrimonios. Se ha perdido llevarnos del brazo al altar a las tres pequeñas y el nacimiento de sus 25 nietos.
Tampoco pudo ver cómo el pequeño de sus hijos varones se ordenaba sacerdote. Mi madre murió hace unos años, y no pudieron envejecer juntos, ni tan siquiera pudieron celebrar sus bodas de oro de matrimonio y eso sí que me entristece. En fin, se ha perdido vivir media vida junto a los suyos...


Lourdes Rodao / Asesinaron a su marido, Luis Conde, en Santoña el 22 de septiembre de 2008
«No vio a su hijo seguir sus pasos»
Se ha perdido tantísimas cosas… En primer lugar, ver a su hijo seguir sus pasos en el Ejército de Tierra, escogiendo la misma especialidad que él tenía, artillería de campaña. Se ha perdido verle rodeado de un entorno parecido en el que él estudió o verle planificando sus primeros destinos, proyectos de misiones, amigos militares, etc. Se ha perdido verle comenzar un camino en la vida.
Ha faltado a nuestras bodas de plata. ¡Nos faltó un año para llegar!, «años de aguantarme a mí» (como decía él al referirse a sí mismo). Solía decir que me merecía alguien mejor que él.
Habíamos planeado cómo iba a ser… A nuestra manera, con nuestra gente a nuestro lado, pero sin misas ni actos protocolarios. Eso sí, se pondría el traje azul de gala, ¡Me hacía tanta ilusión! Y yo un vestido confeccionado por mí misma, como a él le gustaba verme, a su gusto. Iban a coincidir con las bodas de oro de sus padres, y habíamos decidido celebrarlas juntas. Era un gran logro, especialmente al haber un enfermo en la familia.
Se ha perdido la comunión de su sobrino Luis, que se llama como él y al que había prometido un viaje a Eurodisney. Ese viaje lo hicimos… pero sin él.
Y han quedado tantas cosas sin cumplir… Como ese viaje que teníamos planeado a la Bahía de Halong en Vietnam. Un viaje que sin él ya no tiene sentido y no he podido realizar; quedó pendiente envejecer juntos, pasear agarrados del brazo.
Me he perdido a una persona maravillosa a mi lado, pero me consuela saber el significado de la palabra AMIGO. Él lo era todo, mi confidente, mi amigo, mi pareja.


Almudena Blanco / Mataron a su padre, el teniente coronel Pedro Antonio Blanco, el 21 de enero de 2000
«El día de mi boda le sentía cerca pero a la vez lejos»
Mi padre, el teniente coronel Pedro Antonio Blanco, fue asesinado por ETA el 21 de enero de 2000. Para mí supuso el dolor más grande de mi vida. Durante todos estos años he sentido su falta muchas veces, pero sobre todo en momentos señalados e importantes. Mi padre no pudo estar el día que empecé la universidad y el día que me gradué. El día de mi boda, cuando hubiera sido mi padrino y los dos nos hubiéramos sentido felices y orgullosos de ir al altar juntos, agarrados del brazo. Ese día le sentía cerca pero a la vez muy lejos… Pero fue el día que nació mi hijo Mario, hace ya casi dos años, cuando más sentí su ausencia. Mi padre adoraba a los niños y siempre bromeaba y fantaseaba con sus futuros nietos. Sé que se hubiera sentido el abuelo más feliz del mundo. No es sólo el asesinato y los días posteriores, es la nostalgia permanente y la «rabia» que se siente por saber que mi padre nunca más volverá a vivir momentos importantes de nuestras vidas.