Historia

Arganzuela

Piromanía o venganza por José Cabrera Forneiro

La Razón
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La fascinación por el fuego ha existido desde la más remota antigüedad, de hecho gracias al fuego somos lo que somos y hemos llegado hasta la actualidad, teniendo la contemplación de las llamas un efecto hipnótico del que pocos podemos escapar.

En este sentido, la psiquiatría clínica ha denominado piromanía desde antiguo o Trastorno Pirómano del Control de los Impulsos más modernamente a la conducta por la cual un sujeto aparentemente normal no puede evitar ocasionar fuego a determinados objetos, parajes o localidades y contemplar con fascinación el efecto de sus actos cuando ya los bomberos y el resto de las personas intentan atajar las llamas, teniendo la necesidad de hacer arder un componente irracional con fuerte angustia que desaparece justo en el instante en que el fuego empieza su labor destructora.

Lo cierto a fecha de hoy es que apenas unos pocos individuos pueden etiquetarse de verdaderos pirómanos, y suelen ser personalidades anómalas con antecedentes psiquiátricos de otras conductas, que queman fuera de su entorno y sólo se relajan cuando son detenidos. Éste no parece ser el caso del que hemos tenido noticia en Arganzuela, ya que estaríamos ante un varón en edad madura (55 años), con relaciones sentimentales, con un vehículo de alta gama en su propiedad, que trabajaba con normalidad sin aparentes conflictos vecinales o personales, que ha llegado a incendiar 25 vehículos, que lo hacía de tres en tres, que lo hacía en su propio barrio y que, al ser detenido, lejos de confesar ha inventado una excusa para tratar de eludir el peso de la Ley, cosa esta última ajena a los verdaderos pirómanos. Es por ello que nos asalta la duda de la venganza hacia el barrio, o hacia la gente en general, o incluso la necesidad de hacer algo notorio para sentirse importante y por ende especial.

Ahora los forenses y los psiquiatras deberán bucear en las razones de su acción criminal, y descartar o no algún tipo de patología, y si es el caso de descartarla, que al menos explique los motivos para su conducta. En cualquier caso, si sale sano en los dictámenes periciales, estaremos ante un delincuente común que debería pagar, pues, sus desmanes con la pena correspondiente, aunque siempre nos cabrá la duda: ¿por qué una acción destructiva tan pueril, desmedida y cercana a su domicilio? ¿Por qué?

José Cabrera Forneiro
Psiquiatra forense