FC Barcelona

Andalucía

Neymar y el pinto pinto gorgorito

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Save the children
Es demasiado joven, demasiado inocente e ingenuo como para ser el culpable de otro episodio más de la astracanada.
Por lo visto, Madrid y Barça (esos dos equipos que se creen el ombligo del mundo y que, sin embargo, aburren con sus peleítas juveniles y que se están cargando con su supremacía que la Liga tenga algo de gracia) están ahora enzarzados por hacerse con los servicios de un muchacho llamado Neymar. El muchacho viene avalado por Dani Alves, que habla maravillas y que asegura que es la purga Benito. Que te avale Dani Alves es como si el Doctor Mengele te hablara bien de tu médico de cabecera, así que de inmediato uno se imagina al jovencito imitando esos gestitos ridículos, afectados y marrulleros con los que nos obsequia el lateral barcelonista y se te corta la leche. Tampoco le ayuda la paternidad precoz, porque supones que al chico la cosa le viene grande y se echará al monte en cuanto pueda. Y mucho menos ese peinadito que me lleva, aunque suponemos que el gremio de peluqueros de la Ciudad Condal estará haciendo la ola y también los salones estéticos de Madrid, estos últimos en alza desde la llegada de Coentrao. De todo esto lo único que se infiere es que el jugador arma lío, provoca comentarios, pellizca los estómagos e ilusiona, es decir, que además de los fuegos artificiales y las leyendas infladas por los agentes de sus agentes, el futbolista promete momentos extraordinarios para este deporte. ¿Que está feo tontear a dos bandas? Puede. ¿Que tome la decisión que tome sólo servirá para que Madrid y Barça den la turra? Seguramente. Pero Neymar es demasiado joven, demasiado inocente e ingenuo como para ser el culpable de otro episodio más de la astracanada.

María José Navarro

 


La cabrita y las comisiones
Podemos anticipar lo que dará este Neymar: indisciplina, caprichos, juergas, divismo... En la línea de los cincuenta «sucesores de Pelé».

Sin todavía haber cumplido los veinte años, el delantero de la peor selección brasileña de la historia apenas si nos ha enseñado unas cuantas acrobacias y media docena de goles famosos, pero no habrá entrenador en el mundo capaz de negar que la condición de estrella de este crío se debe más a la mercadotecnia que al fútbol. Dentro de unos años, quizás, estaremos hablando del sucesor de Pelé o del mismísimo Mozart reencarnado en futbolista. Ahora mismo, le quitas el peinado y las portadas de la prensa florentina (que no se edita precisamente en Florencia) y ni siquiera hubiese destacado en el último mundial juvenil. Allá el insensato que quiera gastarse en su fichaje el presupuesto anual de un hospital mediano porque por menos de la mitad se recluta a un delantero más eficaz. «No hay más que ver a la cabrita para saber la leche que da». La gente del campo en Andalucía se refiere así a los individuos de extraño pelaje. En efecto, podemos vaticinar lo que dará este Neymar: indisciplina, caprichos, juergas, melancolías, divismo… En la línea de los cincuenta «sucesores de Pelé» que los hábiles intermediarios han colocado a presidentes pardillos (¿o no tanto, tal vez?). La industria del fútbol brasileño, mientras los clubes europeos sigan fichando a adolescentes, no da para más. La voracidad de la clientela ha esquilmado los caladeros y el poco talento que queda en los campeonatos locales se diluye en un océano de mediocridad y corrupción. Ocurre lo mismo en Argentina. Como operación para mover mucha pasta y recoger migajas, estupenda. Futbolísticamente es inexplicable.

Lucas Haurie