Libros

Lorca

Homenaje a unas víctimas que no olvidan

Anna tiene 21 años, la misma edad que tenía su madre cuando ETA la asesinó. En el mismo atentado perdió a también a su padre. Y ella se salvó de milagro.

091nac29fot2
091nac29fot2larazon

Tenía 22 meses y tras la explosión, su pequeño cuerpo quedó protegido por un armario. Su propio tío fue el que la rescató después de oír su llanto entre los escombros. La sacó en sus brazos con el chupete aún en la boca. Veinte años después del vil asesinato que le arrancó a sus padres de su lado, sólo acierta a decir: «Cambió mi vida por completo». Anna es una de las víctimas que han prestado sus recuerdos para realizar «Mientras los niños jugaban», un documental que emite esta noche Antena 3 y que rememora el atentado con coche bomba que sufrió la casa cuartel de Vic en 1991. Un vehículo con 300 kilos de explosivo, empujado por tres etarras del «Comando Barcelona» directamente al patio donde jugaban una docena de niños. Cinco de ellos murieron junto con otros cinco adultos. Más de cuarenta personas resultaron heridas.


«Me mató por dentro»
Entre esos relatos también destaca el de Salvador Rodríguez, un guardia civil que entonces tenía 19 años, que reconoce que «ETA no me mató físicamente, pero me mató por dentro». Veinte años después, aún se siente culpable porque él era el encargado de custodiar la puerta por la que entró el coche bomba. Contaba sólo con siete años, pero no se ha olvidado de lo que vivió aquel día de mayo. Ana Ramírez oyó un estruendo, «como el de un cohete», y después sólo vio la oscuridad. Debajo de los escombros «pensé que ya era de noche y que mi madre me había llamado para dormir. Levanté la cabeza como pude». Mientras, Antonio, su padre, la buscaba desesperado. El guardia civil José Gálvez también consiguió salir de los escombros y recogió a otra niña: «Le vi las heridas que tenía y me la llevé con la mirada al frente, no quería mirar abajo de la impresión que me dio».

David Fontseca, director del documental producido por Julia Otero, ha trabajado durante un año en la búsqueda de algunas de las víctimas del atentado. «Lo más duro fue convencerlas de que participaran con su relato porque muchas eran incapaces de hablar de ello. Han sido 30 horas de conversaciones que luego hemos ido hilvanando para que quede una historia completa», asegura Fontseca. Un trabajo que ha tenido su compensación cuando las víctimas han visionado el reportaje: «Después de un pequeño silencio, la sala estalló en un aplauso de tres minutos», cuenta Fontseca, que asegura que no han buscado la lágrima fácil y que el sentimiento general no es de rencor, sino «de desolación, porque lo que vivieron es tan brutal que siempre tendrán ese dolor».

El de Vic fue uno de los primeros atentados mediáticos porque hubo un cámara de televisión y un fotógrafo que llegaron enseguida al cuartel. Con esas imágenes se ha construido el documental, que también cuenta con los testimonios de los máximos responsables políticos de aquella época, como el ex ministro del Interior José Luis Corcuera o el ex lendakari José Antonio Ardanza. No sólo los habitantes de la casa cuartel sufrieron las consecuencias de la explosión. Los vecinos también resultaron heridos y vieron sus casas destrozadas. Este documental también pretende «hacernos reflexionar sobre cómo ha cambiado en estos veinte años el mundo de ETA y a través de este pedazo de la historia de España, comprobar cómo en 2011 las esperanzas sobre su desaparición son mayores», sentencia Fonseca.


Huyendo de Vic a Lorca
Los cuatro hijos de Emilia jugaban en el patio del cuartel aquella fatídica tarde de mayo. No vivían allí, pero se reunían muchas tardes para jugar con sus amigos. Cuando a Emilia la avisaron después de la explosión, llegó a su casa y sólo vio a tres de sus hijos. «Pensé que Vanesa se había quedado para ver lo que pasaba», asegura. Pero después de cuatro horas visitando varios hospitales, Emilia encontró el cadáver de su hija de 11 años. Los psiquiatras le aconsejaron que huyera de Vic para curar sus heridas. La familia se trasladó a Murcia, al pueblo de Lorca, donde por caprichos del destino han tenido que volverse a enfrentar con la adversidad: su casa ha sido una de las afectadas por el terremoto.