Sevilla
La Junta se olvida de un centro de sordociegos
Le debe 135.000 euros y Castilla-La Mancha otros 17.000
Sevilla- La crisis económica se ha llevado por delante la estructura del Estado del Bienestar en el que vivimos cobijados en los últimos treinta años en España. Eso supone, más allá de los titulares de prensa y las explicaciones de la clase política, un intenso y callado drama para las clases más desfavorecidas de la sociedad española. Uno de los capítulos que más escozor ha producido en los últimos meses en las conciencias de los españoles ha sido la certeza de que los recortes presupuestarios han llegado hasta los centros que atienden a personas con alguna discapacidad. Los más necesitados de los necesitados ven ahora cómo de la noche a la mañana se cierran las puertas de los lugares en los que se les hace la vida más fácil y se les ayuda a encontrar la normalidad.
De entre ellos, el centro Santa Ángela de la Cruz, que atiende a personas sordociegas en Salteras, se encuentra en una situación límite después de que la Junta de Andalucía y la de Castilla-La Mancha les adeuden los sueldos de los trabajadores correspondientes a los meses de junio, julio y agosto. En cifras, se trata de 135.000 y 17.000 euros, respectivamente, que ponen en el precipicio al único lugar en España que atiende a personas con este problema. Sus gestores, la Asociación de Padres de Sordociegos en España (Apascide), comenzaron a notar los recortes el pasado marzo cuando ambas administraciones, junto con la Comunidad de Madrid, dejaron de pagar.
La presidenta de la asociación, Dolores Romero, denuncia cómo se ha dejado de lado «al colectivo más débil e indefenso de todos los discapacitados, pues ni ven ni escuchan». En el centro trabajan cada día 45 especialistas que se encargan de mejorar la situación de las 32 personas (18 de ellas internas) que allí aprenden a buscar un asidero de esperanza en un mundo de oscuridad y silencio. La media de edad se sitúa entre los 16 y los 58 años. Muy poco tiempo ha durado la tranquilidad en el recinto, de más de 5.000 metros cuadrados, que inauguró hace casi dos años la Reina Sofía.
Se restauró un viejo edificio y la parcela colindante, cedida por el Arzobispado de Sevilla, con 2,2 millones de euros adscritos al Plan E para tratar de mejorar «la sensibilidad de los chicos», mediante una programación exhaustiva con la que se busca ampliar además su calidad de vida y su autonomía. Todo ello, hace dos años, parecía «un sueño al que llegamos después de mucho trabajo», comenta la presidenta, que también es madre de una chica sordociega. «No somos una empresa ni nos dedicamos a sacarle rendimiento económico. Tan sólo tratamos de buscar un poco de bienestar para nuestros hijos». La singularidad de esta iniciativa hizo que las administraciones se volcaran durante los primeros días para mostrar una infraestructura sin precedente en España que ofrece terapias «tomadas de otros países». Esa era la cara y ahora parece que llega la cruz. En la Junta «nos han dicho que no nos pueden asegurar nada. Que no hay ningún compromiso con nosotros porque hasta que no haya dinero no volverán a pagarnos», concluye Rodríguez, que advierte que han podido hacer frente a la «mitad de las nóminas de septiembre de los trabajadores» gracias a las donaciones que han recibido en los últimos días desde que se conoció su situación. «Estas personas tienen que cobrar, porque nuestros hijos deben recibir la ayuda de manera constante», se lamenta, al tiempo que espera que «se pueda buscar una solución, la que sea» para poder materializar el compromiso de pago.
Cuando se inauguró, la entonces consejera de Igualdad y Bienestar Social, Micaela Navarro, tras visitar el centro con los ojos y oídos tapados, dijo sentir «esa inseguridad que te genera estar en un ambiente del que no entiendes nada». Así están ellos ahora.
«Mi hija volvió a nacer allí. No se olviden de ella»
A Dolores López se le quiebra la voz cuando habla de lo que ha mejorado su hija en el centro Santa Ángela de la Cruz. Se le quiebra por una mezcla de alegría y tristeza, debido a la situación a la que se enfrentan ahora. «Mi hija se ha llevado 20 años metida en mi casa sin querer salir», comenta esta mujer, que todas las semanas va varias veces allí para colaborar con el trabajo de los monitores y profesores. «Son unas personas estupendas que se vuelcan con nuestro hijos y que han devuelto la ilusión a muchos de ellos», comenta, mientras recuerda «el calvario» pasado junto a su hija. Ésta nació sordomuda y a los 16 año comenzó a sufrir una degeneración progresiva de la vista que le ha llevado, ahora con 41 años, a tener una capacidad visual muy limitada. «Lo intentamos todo, lo que estaba en nuestra mano, pero hasta que no llegamos al centro no logramos que nuestra hija volviera a ser la misma». Ahora, tiene ilusión por salir, por «disfrutar de la vida en la medida que puede», por eso, recuerda a las administraciones que su hija «volvió a nacer allí» y que hagan los que sea «para que no se olviden de ella».
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