Chile

El nuevo Gobierno: esperanza

La Razón
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Los hombres vivimos de esperanzas: algunas se frustran, otras tienen éxito. ¿Por qué en este momento de España no confiar en la esperanza?

Hoy día, en España, casi todos esperamos (algunos temen) que el Sr. Rajoy y su partido ganen las próximas elecciones. Hay la ley de alternancias, hay el desastre socialista en tantas cosas: la economía, la enseñanza, algunas autonomías, el tema ETA. Hay el hartazgo general ante tanta legislación al uso, prohibiendo, prohibiendo; hay tanto rechazo de todo esto que es humano esperar el cambio. Por eso hablo de esperanza.

Tras una elección viene el después. Éste requiere un programa sensible y cauto, no se puede poner todo patas arriba. Y el programa es cosa del Sr. Rajoy y los suyos, de su prudencia y también de su valor. Pese al «precio político» de ciertas decisiones, eso que tanto los coartó en la pasada ocasión.

De todas formas, no hace falta ser adivino para imaginar cómo van a ser las cosas: al nuevo Gobierno no le van a dar cien días de gracia. Vean. El socialismo está prácticamente extinto: de lo mejor de él, la atención al pueblo, se han apoderado todos. Y entonces, si los socialistas querían conservar el poder han tenido que apoyarse en los grupúsculos con causas propias: ahí están las abortistas, los estudiantes, sindicalistas y aun profesores programados, los filo-ETA, los de la zeja... Ahí va a estar la prueba de fuego de Rajoy, ante la cual él y los suyos tendrán que proceder con tanta decisión como prudencia.

Vean si no Chile, tiene un Gobierno razonable al que el pueblo votó tras una situación caótica, pero al que ahora quieren derribar los «estudiantes». O Italia, donde he estado visitando las excavaciones españolas: un político como Berlusconi, que gana elecciones, tiene violentamente enfrente a toda la izquierda vociferante. Ésta no se inmuta si tiene que sacar a relucir frente a él temas sexuales, verdaderos o falsos, pero que nada tienen que ver con el gobierno del país. No sabíamos que fueran tan píos.

Claro, hay un telón de fondo, la crisis económica, que viene de que gastamos más de lo que tenemos, y que es un lastre para todo y para todos.

Con todo, es seguro que Rajoy, que no es ningún inexperto y hace caso a sus economistas, dará los adecuados golpes de timón. También en sectores varios de la Administración, por ejemplo, en la Justicia, donde todos saben de parcialidades y desigualdades, y un alto Tribunal ha hecho notables méritos, me entienden, para desaparecer. Igual que es patente el golpe de timón que hay que dar para dejar de ser los clientes de los Castro, de Chávez, de los palestinos.

Y hay otros campos en que se librará la gran batalla: por ejemplo, el de ETA, el de las autonomías de corte separatista o derrochador, el de la enseñanza.

Rajoy no necesita consejos, sabe lo que hay que saber, la cuestión será ver en qué medida logrará los verdaderos éxitos para el país. Aquí sí que hay que encender velas a la divina esperanza. Algún respiro hemos de tener.

Son campos difíciles: los socialistas han dado enormes bazas a ETA, haciendo lo que negaban que fueran a hacer. Y han dejado las cosas de tal modo que ETA se prepara a una segunda batalla tras ganar la primera.

Y los nacionalismos –separatismos, yo los llamo– están en plena erupción, como cada vez que ven a España débil. Y eso que jamás han ganado unas elecciones. Son un problema inducido, dañino para todos. Ven el poder al alcance de la mano. El poder de un grupito, apoyado ya en halagos, ya en una tiranía legal. Claro que una reforma electoral ayudaría.

¿Y qué decir de la enseñanza? La LOGSE y demás han atravesado inmunes cuarenta y un años, incluidos ocho de Aznar. ¡Y ahora nos ha caído encima Bolonia!

Es claro el resorte que ha hecho intocable todo esto. Yo luchaba contra ello bajo Felipe González, era casi el presidente de la Oposición. Hasta lograba concesiones, había un apoyo ambiental. Ahora es casi imposible hablar alto y claro en los medios.Y, sin embargo, los hechos son más contundentes que nunca. El desastre viene del rebajamiento de los niveles educativos y de los exámenes y pruebas, incluidas las de ingreso en los cuerpos docentes, son casi de risa. Y hay la mezcla de enseñanzas heterogéneas, y mil opcionales y persecución de las materias que traen el conocimiento. Y la enseñanza obligatoria hasta los 16, incluso para los que no la quieren, ha convertido los centros en prisiones. Y, tras todo esto, el fracaso escolar.

Cosas parecidas en la Universidad, estudios más cortos, se llega a catedrático presentando en la ventanilla unos papeles. Y el licenciado que quiere ser doctor ha de hacer previamente un «master». Y para hacerlo hay que seguir las enseñanzas de un pedagogo que ignora las materias en cuestión. En tiempos, facultades y decanos luchaban contra esa invasión. Ahora han capitulado. No doy consejos, Dios me libre. Pero hay algo claro: hace falta un Bachillerato serio de cuatro años, no parches con Bachilleratos alternativos. Hay que confiar en el hombre, a la larga las mayores cegueras son recuperables. Retorna la celeste, divina Esperanza. Esperemos, pues.