Asturias
«Días estupendos»: La vida una canción del v erano
Alfredo Sanzol cierra su trilogía con «Días estupendos», una reflexión sobre la identidad con el periodo estival como excusa / El Centro Dramático Nacional abre así su programa de producciones propias
Apliquen al siguiente párrafo la correspondiente melodía simplona y repetitiva y acódense en el chiringuito: «Puede ser esta vez, bajo el sol, junto al mar, no importa cuánto tiempo te haya estado esperando porque ha llegado el momento de que caigas en mis brazos...», ¿No podría ser el arranque de una canción del verano? No podría, es el próximo éxito estival, al menos en «Días estupendos», primer título propio de esta nueva temporada para el Centro Dramático Nacional (CDN) y con la que Alfredo Sanzol cierra la trilogía con la que se ha hecho un nombre en el teatro español. Cualquiera que haya visto «Risas y destrucción» y «Sí, pero no lo soy», las primeras partes del tríptico habrá percibido que este hombre no es más que un niño grande, eso sí, con infinita perspicacia y una inevitable vis cómica. Él parece estar de acuerdo cuando reconoce que «de crío estás deseando que llegue el verano y esa ansiedad a algunos se nos queda». ¿Qué tiene que ver esta deseada estación con la identidad, elemento sobre el que gira la trilogía? Pues que en vacaciones solemos mutar de personalidad para sobrevivir al cambio de ambiente. Así lo explica él: «Es un periodo en el que coincides con gente que no te encontrarías nunca, pues en nuestra vida diaria acotamos muchos los sitios y la gente con la que nos movemos. En esa estación, el espacio se abre y la gente también cambia, descubren nuevos mundos incluso cuando tienes planes aparentemente sencillos como irte a una casa rural en Asturias».
Durante el proceso ha descubierto que hay todo un género literario audiovisual sobre estos tres meses del año: Goldoni y Gorki escribieron sobre ello, también lo trataron películas como «Novio a la vista», «Las vacaciones de Monsieur Houlot», por no hablar de «Verano azul», que también aguó los ojos del autor y director durante el capítulo final. A punto de recibir el otoño, el patio de butacas tendrá muy presente todos estos capítulos que repasa el texto y aún estará paladeando la nostalgia veraniega, de la que también se ocupa: «Ha sido casualidad que ocurra en estas fechas, porque estaba previsto estrenar en enero, pero después se ha ido retrasando.
El humor es la arcilla con la que Sanzol ha modelado hasta ahora su trabajo, una comedia aparentemente inmediata y de situación, muy fundamentada en la estética del espectáculo, pero que conduce irremediablemente a la reflexión: «Para mí el humor es una herramienta de pensamiento, de conocimiento», señala el joven dramaturgo.
Comedia contra el ridículo
En esa misma línea reconoce que «me gusta trabajar con las historias aparentemente superficiales. Anécdotas de las que te ríes, pero que detrás está la vida, lo profundo». Bien lo saben los protagonistas de la función, Paco Deniz, Elena González, Natalia Hernández, Juan Antonio Lumbreras y Pablo Velázquez, que saltan de unas situaciones a otras. Confiesa Sanzol que esta virtud artística viene de una carencia personal. «Es inevitable porque tengo un defecto: no puedo tomarme en serio porque me siento ridículo cuando creo que tengo un problema». Y lo reivindica como alta cultura, pues echa de menos la comedia tanto en los premios como entre la aristocracia teatral. Y ahora que agosto deja de ser el destino único de nuestras vacaciones, que el «low cost» permite cruzarte el continente en cualquier época del año, ¿Nos convertiremos en veraneantes perpetuos?
Nos atrevemos a preguntar al autor: «Más que ir hacia un verano perpetuo vamos hacia un invierno constante. Recuerdo que antes en agosto no había tiendas, todo cerraba. Ahora vamos hacia el 24 horas los 365 días al año y eso la gente que vivimos en el centro lo notamos mucho: siempre parece día de mercado».
Casualidades
«Sí, pero no lo soy» tuvo una buena cosecha de críticas, pero Sanzol no ignora que la enorme gira que protagonizó después del estreno en Madrid tuvo mucho que ver con que éste tuviera lugar en el Centro Dramático Nacional, pues durante su trayectoria en las salas «off» el circuito y la repercusión fueron mucho más reducidos: «Es fundamental que las instituciones públicas estén muy atentas a lo que ocurre en las salas alternativas», sugiere. Mientras esto no ocurra todo será fruto de la casualidad, como en su caso: «El estreno se produjo porque yo estaba trabajando con Gerardo Vera y nos fue a ver a Cuarta Pared, pero si no suceden estas coincidencias el proceso es más largo».
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