Historia

Arganda del Rey

Nuevas fosas comunes: dos bandos una sola memoria

Una iniciativa pionera buscará por primera vez fosas comunes de republicanos y nacionales en el escenario de la Batalla del Jarama

La tumbas ayer y hoy. Sobre estas líneas, uno de los cementerios de víctimas republicanas de la Carretera a Chinchón en la actualidad.
La tumbas ayer y hoy. Sobre estas líneas, uno de los cementerios de víctimas republicanas de la Carretera a Chinchón en la actualidad.larazon

El Hambre con mayúscula había acuñado un lema que corría de boca en boca entre los vecinos de la zona: un kilo de balas es un kilo de pan. Por eso el padre de Gregorio Salcedo, como tantos otros, removía aquel día los dos cadáveres tirados en medio del campo en busca de algo que pudiera vender como chatarra. Lo que encontró no era lo que esperaba: dos pasajes de barco con destino a España. Sólo de ida.

De sus dos propietarios sólo se sabe que eran brigadistas estadounidenses al servicio de la República, naturales de Pennsylvania, para más señas. Y nada más. Sus cuerpos regaron la vega del río Jarama, como lo hicieron los de otros 17.000 combatientes (7.000 del bando franquista, 10.000 del republicano) que participaron en aquella sangrienta batalla a las puertas de Madrid que empezó el 6 de febrero de 1937. Hace exactamente 74 años.

Hoy sólo quedan huesos. Unos sirvieron para levantar el puño izquierdo y otros para estirar la mano derecha, pero siguen siendo eso, huesos. Cadáveres. Restos de soldados que gritaron «Arriba España» o que dieron vivas a la República, que lo hicieron en español, en árabe, en francés, en alemán o en polaco, que creían en Dios, en Alá o en ninguno de los dos, pero que hoy se esconden por igual entre los olivares de Morata de Tajuña. ¿Dónde? Para dar respuesta a esta pregunta se ha puesto en marcha una campaña de búsqueda de restos de la Guerra Civil sin precedentes: por primera vez se van a intentar localizar mediante georadar los restos de los combatientes de los dos bandos. Un ejercicio de memoria histórica, por fin, de las dos Españas.

La expedición es también novedosa porque será la primera que buscará fosas comunes no sólo por tierra, sino también por aire (a través de un globo cautivo que hará fotografías infrarrojas y termográficas a cien metros de altura) y por agua, mediante un sonar de barrido lateral en el Jarama, que ha comenzado ya esta semana a trabajar. «Jamás se ha emprendido una empresa como ésta para las víctimas de la Guerra Civil», asegura Luis Avial, responsable de Condor Georadar, pionera en este tipo de trabajos, que llevará a cabo la búsqueda.

¿Qué esperan encontrar los expertos? Por desgracia, cuerpos, muchos cuerpos. La batalla del Jarama fue muchas cosas, pero sobre todo fue una carnicería inútil como pocas durante la contienda, que terminó en tablas sin alterar el tablero de la guerra. Duró sólo tres semanas, desde el ataque franquista del día 6 para conquistar el único punto de entrada a Madrid que se les resistía hasta el 27 de febrero, cuando termina el infierno del cerro del Pingarrón. De la crueldad del combate da fe uno de los batallones de regulares que intentó tomarlo: sólo uno de los 150 integrantes salió sin un solo rasguño.

El historiador Jesús González de Miguel sostiene que al menos hay siete fosas comunes, aunque piensa que saldrán más. Para localizarlas cuenta con la tecnología del radar, un puñado de fotos de la época, una cruz en un plano que le envió un historiador americano y centenares de testimonios, que ha recopilado en «La Batalla del Jarama» (La Esfera de los Libros), un fresco de 700 páginas que iguala ante la muerte a los soldados de toda ideología y condición.

Aunque una parte de los cadáveres se trasladó a los cementerios de los alrededores, la propia urgencia de los combates hizo que centenares de ellos fueran enterrados en cualquier lugar, de cualquier manera y a poca profundidad, con lo que en el frente muy pronto comienza a haber quejas de que huele a muerto, entre combates encarnizados, ruido de proyectiles e interminables noches de trinchera –¡«huele a muerto»!– , como si la propia muerte se encargara de avisar a los que osaban sobrevivirla. Huele a muerto, sí. Y siguió oliendo mucho tiempo después. «Era insoportable sobre todo cuando cambiaba el aire o hacía calor. Es algo que los veteranos no olvidarán jamás», explica González de Miguel.


Los 127 de la Brigada Lincoln
Los trabajos sobre el terreno, que arrancan este lunes, comenzarán a buscar por el cerro del Pingarrón y proseguirán en dirección norte. Lo harán bajo la atenta mirada, por cierto, de los reporteros del Canal Historia de la BBC, atraídos por el destino trágico de los brigadistas británicos, aplastados en la «colina del suicidio» por las tropas franquistas. Para hallar el punto exacto de este enterramiento, donde puede haber unos 20 cuerpos, los historiadores cuentan con una foto de la época y la intuición de un británico nieto de un combatiente que cree saber dónde están.

Más numerosa es la fosa donde están enterrados los 127 norteamericanos caídos de la Brigada Lincoln, que «murieron en 10 minutos, por fuego de ametralladora, en un ataque estúpido el 27 de febrero», explica González de Miguel. Del lugar exacto queda una foto también de época, un montón irregular de tierra y una equis en un mapa.

Tercer cementerio republicano: una orilla de la carretera que une Arganda del Rey y Morata, donde cayeron 250 de los 500 soldados alemanes, austriacos y polacos de la Brigada Thaelmann. «El nivel de bajas fue estremecedor. Y a los españoles les llamaban la atención esos corpachones tan grandes cuando los echaban a la fosa», explica el historiador.

Asimismo, hay constancia de un enterramiento en la carretera de Morata de Tajuña a Chinchón, gracias a un dibujo que hizo tras la guerra el escritor Antonio Buero Vallejo, y en el cruce del puente de Pindoque, donde cayeron cerca de un centenar de brigadistas franceses y belgas.

En el bando nacional hay al menos dos cementerios
sobre los que hay pistas fiables, uno de legionarios y otro de regulares, víctimas todos ellos de la sangrienta batalla del cerro del Pingarrón, en la que uno de cada dos contendientes resultó herido o muerto. Se calcula que en ambas fosas puede haber entre 100 y 200 cuerpos, aunque, por supuesto, por separado. Los legionarios en una y los moros en otra, enterrados con sus propios ritos. ¿Y dónde? Hasta hace unos años se conservaba una gran media luna colocada a modo de homenaje a los marroquíes, que aportaron 31 de los 48 batallones franquistas. Se cree que hoy está camuflada por la floresta.


Una buena noticia
¿Y qué se hará cuando se localicen los cuerpos? Quizás un monolito que recuerde a los caídos, o la protección del espacio o al menos una investigación forense de los restos.
Pero, como dice Avial, lo importante de esta campaña, promovida por la sociedad cultural Filmasub con la subvención del Ministerio de Presidencia y la autorización de la Consejería madrileña de Medio Ambiente, es que «es la primera en que se hace memoria histórica de los dos bandos, no de uno solo».

Para historiadores como González de Miguel, la empresa es, sin duda, una buena noticia. También ha sido un alivio para Gregorio Salcedo, impulsor del museo sobre la batalla del Jarama, en Morata de Tajuña. Sobre todo, por lo que representa de reivindicación para el soldado raso. «Morir en el campo de batalla debe de ser lo peor que hay. Tengo mucho respeto por el que se está jugando el pellejo en el frente, porque los de la retaguardia rara vez ponen un pie en la primera línea», afirma el autor de «La Batalla del Jarama». Por ello, cree que ha llegado el momento de hacer historia de un modo que él define de forma muy gráfica: «Hablar de la batalla de Waterloo sin ser wellingtoniano ni napoleoniano».

Salcedo, sin embargo, lo explica de una forma más directa («yo no soy historiador», recuerda): «Los soldados las pasaron putas, da igual de la ideología que fueran». De ello da fe un brigadista veterano polaco al que, años después, tanteó González de Miguel con la curiosidad insaciable de un historiador, tras saber que el combate le seguía provocando pesadillas. «Lo que yo he pasado en su guerra no se lo he contado ni a mi mujer, y por supuesto no se lo voy a contar a usted», le respondió.



Siete fosas, dos bandos
- Legionarios: sufrieron fuertes bajas en el cerro del Pingarrón, donde lucharon 1.200 soldados nacionales y 8.000 republicanos.
- Tabores de regulares: los moros sumaban 31 de los 48 batallones de Franco, y tuvieron fuertes pérdidas. Fueron enterrados según el rito islámico y bajo una gran media luna que ahora se busca. Entre las dos fosas del bando nacional, 200 cuerpos.
- Batallón Abraham Lincoln. 127 bajas en el Pingarrón, el último día de la batalla y en apenas 10 minutos. Sus compañeros levantaron un monolito sobre sus tumbas con una leyenda en inglés: «A nuestros camaradas caídos. Nuestra victoria es vuestra venganza».
- Brigadistas británicos: víctimas del fuego fascista en la «colina del suicidio». Se calcula que hay enterrados unos 20 cuerpos.
- Brigadistas: enterrados junto a la carretera de Morata a Chinchón. Se desconoce el número.
- Brigadistas franceses y belgas. 86 víctimas. Murieron en el enfrentamiento en el puente de Pindoque, sobre el Jarama. Fueron enterrados en la zona.
- Batallón Thaelmann. Brigadistas alemanes, austriacos y polacos. 250 muertos, la mitad de la compañía. Enterrados a la orilla de la carretera de Arganda a Morata.


LAS TUMBAS AYER Y HOY. La tumba que los brigadistas estadounidenses hicieron en homenaje a sus compañeros caídos de la Abraham Lincoln. Sobre estas líneas, uno de los cementerios de víctimas republicanas de la Carretera a Chinchón en la actualidad.