Bruselas
Merkel y Barroso choque de trenes
La crisis de la eurozona vivió ayer el que puede ser su punto de inflexión. Las llamas llegaron finalmente hasta la propia cocina de la capital de facto de la moneda común: Berlín.
BRUSELAS- Con una subasta de deuda pública que no cubrió las expectativas, y que sólo salvó la cara el Bundesbank al comprar hasta el 40% de los 6.000 millones de bonos emitidos, los mercados han probado que el exceso de celo germano por la disciplina fiscal no sólo está conduciendo a la UE a una segunda recesión, sino que está espantando a los inversores de su economía al romper la eurozona entre los ortodoxos alemanes y los demás.
El telón de fondo de esta batalla campal es la resistencia alemana a una intervención decisiva del BCE y la emisión de eurobonos. Son las dos soluciones que pueden marcar la diferencia entre poner fin a la crisis, aunque con sobresaltos, o una caída en una segunda recesión, con un contagio a la práctica totalidad de la eurozona. Merkel volvió ayer a despachar ambos asuntos con dos rotundos «no». «El BCE tiene como única función la defensa del poder adquisitivo del euro», insistió, para añadir que los eurobonos serían «como poner el carro delante de los bueyes», por no reducir el agujero fiscal de las economías más dañadas.
Con este jarro de agua fría, la canciller recibió la consulta pública que abrió la Comisión Europea para ver la viabilidad de los eurobonos. Bruselas propone tres soluciones: una puesta en común de toda la deuda de los países del euro, la opción óptima pero también la más complicada por exigir cambios de tratados y un proceso más largo; una mutualización parcial de la deuda de los socios de hasta el 60%, con menos beneficios pero con plazos más viables; y una emisión conjunta de deuda pero en la que el riesgo no sería en común, sino que cada Estado garantizaría un porcentaje, como sucede con el Fondo de rescate.
La Comisión incluso ha cambiado el nombre de los eurobonos por el de «bonos de la estabilidad», para intentar que la palabra no se le atragante a Merkel, al marchar en sintonía con su insistencia por convertir Europa en una «unión de la estabilidad». Pero, sobre todo, Bruselas ha ofrecido a cambio a la canciller dos nuevos reglamentos para imponer a las capitales una férrea vigilancia fiscal y presupuestaria de la UE.
Una vez en vigor estas normas destinadas a los países en apuros o que rompan los límites del déficit, la Comisión podrá enmendar sus presupuestos nacionales, obligarles a presentar más medidas de ajuste, examinar su supervisión bancaria nacional, forzarles a poner como garantías sus reservas de oro o acciones de empresas públicas si quieren emitir los llamados eurobonos, e, incluso, permitirá que el resto de los Estados fuercen a los países en apuros a pedir un rescate y ponerse bajo un severo programa de ajuste, como ya adelantó el martes LA RAZÓN.
El vicepresidente y responsable de Asuntos Económicos, Olli Rehn, no quiso desvelar si España entraría en la categoría de «estados miembros potencialmente peligrosos para la estabilidad de la eurozona», que justificaría esta severa intervención. Aunque sí dijo que «si yo fuera un joven español y me enfrentara a un paro juvenil de más del 40%, mientras que el paro en Países Bajos es del 4% o el de Austria del 5%, me preguntaría por qué», por lo que pidió al nuevo Gobierno que priorice la lucha contra este desempleo.
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