Espacio
Curiosity
Si en muy pocos años hemos conseguido que el planeta cambie de dimensiones al intercomunicarse a través de internet, no resulta descabellado pensar que no debe faltar tanto para que se establezca algún tipo de conexión interplanetaria. Es cierto que, de momento, no existen ni certezas ni indicios de vida en el universo, pero ya cabe la posibilidad de empezar a explorar planetas para saber si un día tuvieron las condiciones adecuadas para que se diera la vida y si existen probabilidades de que vuelvan a tenerlas. Hasta ahora, esas exploraciones, grandes logros de la humanidad, se debían a los esfuerzos y presupuestos de otros países, aunque nosotros hubiéramos aportado a las misiones espaciales el buen hacer de un astronauta de nuestra tierra –naturalmente Pedro Duque–, pero últimamente, además, nos hemos puesto las pilas tecnológicamente hablando y ha nacido Curiosity. O lo que es lo mismo: un robot que será enviado a Marte en la próxima misión de la NASA, en la que está involucrada la tecnología española. En estos días sembrados de desconcierto en los que parece claro que esos neutrinos que viajan a más velocidad que la luz resquebrajan la Teoría de la Relatividad de Einstein, se pone de manifiesto que la ciencia es más grande y sorprendente que el propio espacio y que cualquier certeza puede ser desmantelada de un día para otro, por obra y gracia de algún glorioso descubrimiento. Claro que, tal descubrimiento sólo llega si se dedican a él el tiempo y el tesón necesarios, además del imprescindible presupuesto. Tres «detalles» del tamaño del universo que, ¡aleluya!, parece que en España empezamos a contemplar.
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