«Hay que redoblar esfuerzos en la lucha antiterrorista»

En el anfiteatro de la Escuela Militar de la capital gala, el Príncipe rindió durante su intervención un sentido homenaje no sólo a las víctimas y familiares, que desde ayer hasta el sábado pondrán en común sus experiencias y harán oír sus reivindicaciones, sino a todos los actores, asociativos y profesionales, que contribuyen a mantener viva la memoria de aquellos que han sufrido y padecido la lacra del terrorismo. Un mal que se ha globalizado y al que Don Felipe llamó ayer a combatir «redoblando los esfuerzos en la cooperación internacional», y pidió que se siga trabajando para que «ningún terrorista pueda evadir o esconder su responsabilidad».

 La presencia, en esta edición, de más de trescientas víctimas de treinta y tres países de los cinco continentes refuerza el carácter universal de reconocimiento, atención, apoyo y sensibilización que demandan los afectados por ese flagelo que es el terrorismo. Una barbarie «que nada justifica», defendió Don Felipe. «Ni unas ideas, ni unas creencias, ni la apelación a diferencias étnicas o culturales» añadió. El décimo aniversario de los atentados del 11-S contra los EE UU estuvo también presente en un discurso en el que no dejó de recalcar el «modélico» ejemplo español. Tanto por las disposiciones permiten mejorar las condiciones materiales de las víctimas así como su recuperación física y psicológica como por la excelente y eficaz colaboración entre las autoridades de España y Francia en la lucha contra el terrorismo de ETA, responsable de la muerte de más de 800 personas.

El Príncipe recordó «la deuda de inmensa solidaridad, apoyo y gratitud que tenemos contraída» con las víctimas, que por su valor y entereza ante el horror y la injusticia son «referentes de sacrificio, ejemplos de dignidad y símbolos de la firmeza de nuestros valores y principios». Tras la inauguración, los príncipes compartieron unos momentos más íntimos con algunos de los asistentes a las jornadas, organizadas por la Fundación San Pablo CEU, que, como subrayó Don Felipe, sirven para «mantener vivas en nuestras sociedades la voz y el rostro del dolor que nunca debieron padecer».