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Pídele cuentas al Rey
Por si acaso, aquel golfo del cuento tiraba unas monedas por la verja de la inclusa cuando pasaba junto a ella. Yo que frecuento la Cuesta madrileña de las Perdices arrojaré algunos euros a la garita de entrada al palacio de La Zarzuela porque los presupuestos del Rey son cochambrosos. Ya sabemos que la Familia Real no tiene motivos para sumarse a «okupas» e indignados pero el contexto les convierte en indigentes: el «sueldo» de don Juan Carlos es notablemente inferior a las indemnizaciones por despido y jubilaciones de una carretada de directivos de cajas de ahorro que a más de fundir sus instituciones no se sabe de ellos si cayeron en una gestión imbécil o en mera cleptocracia. El Rey es inimputable. Y los gerentes bancarios, también.
Hace años que los gastos generales de Zarzuela debían haber pasado por la comisión de secretos oficiales del Congreso, porque eso de publicitar los gastos de peluquería de la realeza británica es una ordinariez innecesaria. Y siendo la nuestra la monarquía más «pobre» de las existentes pocos haríamos ascos a que se la aumentara el Presupuesto en casos necesarios y puntuales pese al tiburón financiero que nos devora. Además en las cenas de gala de Palacio se come fatal y entre tinieblas. Y tomar el café de pie, apretujados en un cuartito apto para colocar la lavadora, tampoco es un dispendio.
No sabemos si tan rápida exposición de menesterosidad se debe a la economía en crisis o a la crisis de Urdangarín pero no es de utilidad pública esa rendición de cuentas en estado de www. El Rey debe pagar a Hacienda pero no es preciso que le calculemos el IRPF porque no es un mancebo de botica ni La Zarzuela una mercería. Las cuentas del Rey siempre serán las de Gonzalo Fernández de Córdoba.
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