Crítica de libros
Quién maneja mi barca
¡Qué negra quedó la mar! ¡La noche, qué desolada! Derribado su cantar, la barca fue derribada. En este poema de Alberti pensaría Chaves cuando –refiriéndose a Bono por no querer ir en la lista de Rubalcaba– dijo aquello de: ¡Qué fácil es irse cuando se abre una vía de agua en el barco! El problema, señor Chaves, es que si sólo hubiera una vía abierta en el barco socialista, estaríamos a tiempo de usar la bomba de achique y de taponar la entrada del agua. Pero como las vías no son ni una ni dos, y como afectan a todos los españoles, la llegada a buen puerto la veo casi imposible.
Si el patrón del barco sueña con ser el supervisor de nubes acostado en una hamaca, mientras el agua ya ha tocado los instrumentos de navegación, no me extraña que todos huyan del barco al son de:¡sálvese quien pueda! Pero si, además, seguimos apelando a la demagogia barata y electoral de que sólo los ricos nos pueden sacar a flote, ya me explicará alguien si, con la repesca del Impuesto de Patrimonio, que apenas supone el 0,3% de los ingresos del Estado, vamos a acabar con el déficit, equilibrar las cuentas y redistribuir la riqueza. Como dice la canción: «Ay, ¿quién maneja mi barca? Que a la deriva me lleva».
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