El «aquelarre» etarra
Mientras quede una sola víctima por Arantza QUIROGA
Mientras quede una sola víctima, esto no ha acabado. Mientras una persona siga sufriendo por un ser perdido, esto no ha concluido. Mientras quede un solo desequilibrado que justifique el asesinato como recurso político, el viacrucis no habrá terminado. El cese definitivo es sin duda una buena noticia, más aún cuando sabemos que es el resultado de la derrota a los criminales, y no de contrapartida alguna. Pero aquí queda todavía mucho por hacer, y poco podemos confiarnos hasta que veamos desaparecer definitivamente a ETA, mientras no veamos en la cárcel a todos sus pistoleros.
Está clara una cosa. Quieren maquillar su estrategia. No hay convicción en lo que dicen, ni siquiera una gota de arrepentimiento. Para ellos se trata de una mera táctica, un nuevo curso de acción, un ajuste a la realidad. No dejan de matar porque matar sea inmoral, sino porque ya no sirve a sus intereses, porque les sale demasiado caro. Es una cuestión de marketing y costes. Cambian las armas por las urnas, como quien cambia de eslogan de campaña.
Pero se percibe, eso sí, que el Estado de Derecho está ganando, sostenido en esa referencia moral insoslayable que son las víctimas del terrorismo. Estamos ganando, aquellos que creemos en la libertad, en principios universales de justicia, en la dignidad intrínseca de cada hombre y mujer. Los estamos arrinconando, por más que quieran teatralizar su ruina con golpes mediáticos, por más fotos que se tomen con personalidades internacionales.
En Euskadi queda un largo camino para alcanzar la normalidad democrática, la convivencia civilizada. Hay que erradicar el veneno de odio que aún queda impregnado en nuestro sistema educativo, en nuestras calles. No podemos relajarnos mientras nuestras juventudes no entiendan que el valor de la vida es absoluto.
Quienes merecen ser felicitados por este avance son todos aquellos que han tenido que soportar el miedo diario. En primerísimo lugar, esos familiares y amigos de las víctimas que con tanta valentía han soportado lo indecible. Son estas personas las que han aplastado moralmente a los asesinos. En ellas encontramos la inspiración y fuerza para seguir adelante, incluso en los momentos de mayor sinsentido. Y son las víctimas quienes nos recordarán, todos los días, que aquí no caben concesiones. El mayor peligro es que la tranquilidad ganada se pague con una paulatina indiferencia o se diluya en un lento olvido.
Esto que estamos viviendo es, además, fruto del trabajo arduo y perseverante de las Fuerzas de Seguridad implicadas en la lucha contra el terrorismo, y de todos aquellos jueces y fiscales que han defendido de forma vehemente nuestra libertad. Ellos son los que nos diferencian de esa banda de criminales. Porque transitan el camino difícil, el de la razón y el Derecho. Frente al asesinato cobarde, han respondido con la fuerza de la ley, con el respaldo de la justicia, y mediante procesos trasparentes.
Habrá vencedores, y habrá vencidos. Debe haberlos. Y debemos decirlo claramente. Pero no podemos proclamar la victoria aún, porque los gestos de los verdugos siguen siendo burlescos, sólo moderan su arrogancia en el mínimo indispensable que les pide el guión que ellos mismos han escrito. Insultan a toda la sociedad con sus calibrados eufemismos, con ese lenguaje cargado de relativismo, de cinismo crudo. Pero eso nos sirve para no olvidar quiénes son, y lo que han sido. Quieren falsear la historia con una pretendida equidistancia moral entre asesinados y asesinos, con la vulgar equiparación constante entre delincuentes y víctimas. Depende de nosotros que no lo logren, depende de nosotros que la historia no los absuelva.
Mientras quede una sola víctima, esto no ha acabado. Mientras una sola persona siga sufriendo por un ser perdido, esto no ha concluido.
Arantza Quiroga
Presidenta del Parlamento vasco
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