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Hernanz Angulo

La Razón
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A Rafael lo bautizaron con nombre de pintor renacentista y le obsequiaron apellidos de árbitro valiente. Llevaba en el alma la prosa de Valle Inclán y la poesía de García Lorca. Convirtió la ley en su territorio y el Derecho del Deporte en su dedicación. Abogado atrevido, árbitro firme, Rafa Hernanz Angulo reflejaba el hombre frontal, directo, sincero, prudente, serio, sabio, culto, reflexivo, preparado y escuchador. Consejero permanente, fuente de sabiduría, referente único rebosante de humildad, fue el culpable de mi regreso a la vocación adolescente por el Derecho.
Nos agradaba conversar, debatir durante horas en la mesa 31 del Asador Donostiarra donde, además de las excelentes viandas, agradecíamos el aire acondicionado en los meses de estío. Allí, Rafa le puso una sonrisa a la muerte y la ahuyentó con su alegría. Ansias de tiempo. Ejerció de viajero incansable, de espíritu abierto, de cuaderno sin letras, aún por escribirse, eterno aprendizaje de un docente extraordinario, enamorado de la lírica. Persona insuperable.
Nos regaló el testimonio de amor del hombre por el arte. Nos enseñó rigor, pensamiento, conciliación; impartió lecciones impagables sobre legislación deportiva, y alcanzó prestigio universal por sus bondades excepcionales. Un humanista en el deporte. El último humanista.
Investigador, ser realmente ejemplar, el amigo que pervivirá dentro de mí en el tiempo y el espacio. Rafael es un alma imperdible. Lo esperaré, con Antolín Murias y Pedro Ábrego, en la mesa 31 del Asador Donostiarra.
Y sé que siempre estará allí, como en las frías aguas atlánticas de sus amadas Islas Cíes, donde las olas aman con la fuerza de Dios, al final de la sonrisa que ambos conocemos.