Bruselas

Sucederá hoy

La Razón
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Cuentan en el Ministerio de Economía que de hoy no pasa. Toca empezar a concretar de dónde retiramos los sesenta y cinco mil millones de euros que nos hemos comprometido a tachar del Presupuesto en los tres próximos años. Elena Salgado, ministra seria poco amiga de la cháchara, ha de llevar a Bruselas el martes 18 su nuevo plan de adelgazamiento del gasto, rebautizado por los rapsodas de la jerga político-financiera como «de consolidación fiscal». El viernes bendecirá ese documento el Consejo de Ministros y hoy mismo habrá de señalar sus aspectos principales el presidente del Gobierno en el Congreso. Tras cuatro meses de prólogo y tibia declaración de intenciones, toca ponerle nombre a los ministerios y partidas que sufrirán la poda. Descontado el carácter caduco de las declaraciones políticas de los últimos meses, es obvio que el presidente ha de reconstruir, una vez más, su discurso. Tal vez la frase más atinada de sus seis años de gobierno fue aquélla que pronunció cuando ETA mandó al carajo el proceso de paz: «Las circunstancias cambian». A escenarios nuevos, políticas distintas. A necesidades urgentes, decisiones ya. Si la Unión Europea emerge como avalista de las cuentas de España, no le queda otro camino al avalado que atender los requerimientos de quien le avala. Las líneas rojas que, en su día, estableció el Gobierno han sido difuminadas por el plan de contingencia europeo contra la nube de ceniza que extendieron los mercados. Cándido Méndez, confidente al tanto de lo que rumia el presidente, se dice preocupado porque teme –o sabe– que hay compromisos adquiridos que dejarán de serlo. Nada está descartado. La bronca que tuvieron De la Vega y Salgado por el sueldo de los funcionarios es noticia de hace un siglo. La congelación acabará llegando, como el recorte de ayudas sociales y la subida de impuestos a las rentas altas. La falta de sintonía entre ministros y altos cargos del gobierno es un estorbo serio del que Zapatero, personalmente, se debería ocupar. Las circunstancias han convertido a Elena Salgado en vicepresidenta primera porque la prioridad, ahora, es cuadrar las cuentas para entregárselas el martes a nuestros avalistas con la seguridad de que no habrá que borrar, sobre la marcha, ningún párrafo. Hay quien ha aconsejado al presidente que hoy pase la factura política del ajuste a Bruselas, o aún mejor, a la señora Merkel, esta alemana implacable que apretó las tuercas a los griegos y nos exige sufrimiento, ahora, a los españoles. Si de Angela dependiera, no habría tijera de podar, sino motosierra de la matanza de Tejas. No caerá Zapatero en esa tentación. Comparecer en el Congreso para anunciar que «por orden de la canciller alemana se congela hasta nueva orden la inversión pública española» reduce al presidente español a la pobre condición de jefe de obra; políticamente, un pelele. Y no lo es. Es el líder político abrumado, frustrado y contrariado al que hoy le corresponde hacer el discurso del esfuerzo, el sudor y las lágrimas. Porque las circunstancias cambian.