San Martín

Esplendor y ruina en el Thyssen

El museo y la Fundación Caja Madrid dedican una exposición a «Arquitecturas pintadas», algo más que ciudades y palacios

Entre las muchas curiosidades y juegos que ofrece la exposición está el «Autorretrato con el Coliseo» de Maerten Van Heemskerck, pintado en 1553
Entre las muchas curiosidades y juegos que ofrece la exposición está el «Autorretrato con el Coliseo» de Maerten Van Heemskerck, pintado en 1553larazon

Los edificios prometen ideas y juran sobre valores más que en sus cimientos, representan las rectas formas de conducta, los mandamientos que los hombres deben seguir. Por eso también viven la decadencia de imperios, el fin de paradigmas de pensamiento, el paso del tiempo en suma. Ideas en construcción o desmoronándose. Y con los edificios como protagonistas, el Museo Thyssen y la Fundación Caja Madrid organizan una exposición llena de rincones para soñar y de ventanas a las que asomarse.

Una exposición autoexplicativa, fácil de comprender a pesar del ambicioso marco temporal, desde el Renacimiento hasta el siglo XVIII, llena de ejemplos inmediatos durante los 13 capítulos en que se divide, en dos sedes. Y al mismo tiempo parece una clase de arte de la universidad, porque cualquiera puede intuir el discurso como si uno estuviera en el aula. «Los cuadros llevan el discurso de la exposición y el latido de las ciudades», dijo ayer la comisaria, Mar Borobia.

Reflexión sobre el tiempo
El contenido es comprensible y prima sobre los autores. No son firmas muy conocidas, hay abundancia de anónimos y mil curiosidades. ¿Cómo era la flamante Plaza de España de Roma en 1727? ¿Y una de las primeras vistas de la calle Alcalá de Madrid? Hay lugar para la imaginación: caprichos de la Torre de Babel, el Coloso de Rodas, el Faro de Alejandría... planos falseados de la ciudad y vistas brumosas de las cúpulas más conocidas.

«Cada pintura lleva a la reflexión filosófica sobre el paso del tiempo», explicó Delfín Rodríguez, co-comisario de la muestra y catedrático de Historia del Arte de la Universidad Complutense. «La pintura dice lo que la arquitectura no se atreve a decir, o lo que está a punto de decir. Se anticipa y va más allá, porque muestra la decadencia, la vanidad, la fe religiosa... y anima a reconstruir el mundo desde sus propias ruinas, porque ellas contienen los valores».

Entre los autores representados, hay obras de Panini, Tintoretto, Claudio de Lorena y Canaletto, el más famoso de los pintores de arquitectura, pero sólo «la punta del iceberg» de una categoría, según Guillermo Solana, director del Thyssen. Las arquitecturas que ellos plasman presagian el futuro o reconstruyen el pasado con la libertad de una ensoñación. El visitante asiste al «nacimiento» de la ciudad, a la celebración del espacio secular, sencillamente donde ocurre la vida en ese tiempo. Desde las primeras piezas, en las que la arquitectura clásica pone el marco a las imágenes religiosas o moralizantes, o las que plasman el nacimiento de la calle Atocha y la de Alcalá en Madrid, donde hasta el siglo XVIII no había sucedido nada de mención en la historia. Y así se refleja, sin grandilocuencia, sólo como testimonio del perfil chato de una ciudad que nunca podrá volver a verse igual, enmarcada por una sucesión de bóvedas en punta y capturada como la foto de un turista de 1754. El entorno arquitectónico sirve para contener historias y practicar la perspectiva. Y también para cantar la gloria de las naciones y las conquistas. Las piezas imaginan la ciudad de Babilonia, la Torre de Babel, el Mausoleo de Halicarnaso, las grandes maravillas perdidas en la mente de Louis de Calery. Paul Vredeman de Vries sublima el poder de la piedra para proponer «La ciudad ideal», al igual que Van Delen al representar la corte de Salomón y un aristocrático juego de bolos. Como contrapunto, François de Nomé imagina un «Daniel en el foso de los leones» en el ambiente decrépito de la piedra malograda.

Londres como Venecia
Codazzi, Vicente Giner, Claudio de Lorena cantan al poder, plasman las ciudades del «Grand Tour» con la minuciosidad de Google Maps en la «Vista de Nápoles», de Didier Barra (1647), e involuntariamente nos recuerdan el esplendor perdido de la ciudad italiana si comparamos con nuestras fotos de turista las vistas al óleo de «La plaza del mercado» y «El Palacio Real». Terminada la exaltación a las glorias, empiezan los caprichos arquitectónicos. Templos imaginados, yuxtaposición de monumentos que nunca han estado juntos o, en el delirio, un «Capricho de la Catedral de San Pablo» londinense entre canales y góndolas, como si Venecia hubiera sido una vez británica.


Los escombros que seremos
Entre las muchas curiosidades y juegos que ofrece la exposición está el «Autorretrato con el Coliseo» de Maerten Van Heemskerck, pintado en 1553, pieza en la que el paso del tiempo se nota más allá de los surcos de la piel del pintor. Los estragos del calendario se imaginan en el Coliseo Romano, al que se le anticipan el crecimiento de «vegetaciones» que nunca ha llegado a tener. Puede que el autor flamenco, que se representa a sí mismo sonriendo y con una ligera mueca, tratase de espantar con su propia creación los fantasmas de la vejez: «Más viejo es el Coliseo».


- Dónde: Museo Thyssen y Fundación Caja Madrid (Pza. San Martín, 1). 
- Cuándo: hasta el 22 de enero.
- Cuánto: 13 euros.