Música

Barcelona

Augusto Algueró por Sabino Méndez

La Razón
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Hace una semana nos dejó uno de los compositores más exitosos e interesantes de la historia del pop de esta península. Augusto Algueró tenía formación musical académica pero, al tocarle vivir la alegre década de los sesenta, afloraron en ella su notable instinto para la certera sencillez y la fantasía alegre del pop. Puesto que esas décadas, donde se desarrolló su carrera, coincidieron con el tardofranquismo, sus creaciones se connotaron tras la transición como propias de una época rancia, escuchándose menos. De cara al futuro estudio, sin embargo, lo cierto es que, objetivamente, el grueso de la obra compositiva comercial de Algueró es enormemente interesante desde un punto de vista formal. Posee la capacidad de deslizar en sus canciones un elemento de sorpresa casi imperceptible que las hace peculiares incluso trabajando con formas convencionales muy trilladas. Eso las hace muy comunicativas. Puede comprobarse en la práctica viendo cómo, en las décadas siguientes, los músicos disfrutábamos haciendo versiones con guitarras eléctricas de su canciones más populares. Fuera en serio o en broma, las canciones resistían la adaptación y lo permitían. Como barcelonés, me gusta pensar que esa picardía de sus obras, ese punto contagioso, de alegría italianizante, tiene que ver con la sensualidad y la fantasía de la luz mediterránea en que nacimos. No en vano sus últimos pasos lo llevaron a Málaga, el mismo paisaje, la misma luz, el mismo aire. Algueró, nacido en Barcelona, responde al perfil de muchos barceloneses, que poco tiene que ver con el retrato rural, regionalista y folklorista que el catalanismo ha querido imponer de todos los catalanes en los últimos tiempos. Como Xavier Cugat, como Mingote, Algueró fue la mejor prueba de que los catalanes más fértiles son los que se abren al mundo.