Miami
El partido del año en Wimbledon
Nadal y Djokovic, las dos mejores raquetas de 2011, volverán a medirse mañana. Será en la final de Wimbledon; si no es el partido con más encanto de la temporada anda muy cerca.
Será su quinto capítulo de este ejercicio, un duelo que ha adquirido la dimensión de clásico. Los cuatro anteriores fueron en otras tantas finales. También había títulos en juego y hubo pleno de victorias de «Nole». Rafa perdió en Indian Wells, Miami, Madrid y Roma. Por si no tuviera alicientes suficientes, ayer cedió el número uno del mundo. El serbio es el nuevo líder de la ATP. Se lo merece. Su excepcional temporada, con sólo una derrota, pesa más que la extraordinaria regularidad de Nadal. El balance entre ambos todavía sonríe a Rafa por 16-11. En hierba se han topado en dos ocasiones. En las dos ganó Nadal. En las semifinales de Wimbledon hace tres años, Djokovic, que no era ni la mitad de jugador que es ahora, se retiró cuando caía por 3-6, 6-1 y 4-1. En Queen's, un año después y luchando por el título, Rafa se llevó el torneo en dos sets (7-6 y 7-5). La final de mañana, por todo, es el partido del año.
Para ganar a Nadal, Murray necesita jugar prácticamente sin errores. Ser un robot. Y eso sólo sucedió en el primer set. Cuando se olía el «tie-break», el escocés se ganó tres bolas de «break» en el duodécimo juego. Rafa falló un revés cortado y el ídolo local se encontró un poco más cerca de la final gracias a una solidez excesiva. La dimensión del reto desbordó a Murray. Es la única forma de explicar los errores que se sucedieron a partir del cuarto juego del segundo set. Nadal se topó entonces con una situación crítica de esas que resuelve como nadie. Una subida de Murray con 15-30 y con toda la pista para él fue incapaz de aprovecharla. La derecha se le fue muy larga. Desde ahí, el caos. En su servicio cometió una doble falta, falló un remate en la red, llegó el «break», cambió de raqueta... No le sirvió de nada. Otra rotura de Rafa, cuatro juegos consecutivos y a volver a empezar. La cuesta pronto se hizo demasiado pronunciada para el británico. Nadal cogió ese ritmo sostenido que nadie puede seguir. Los errores no forzados se convirtieron en excepción. En el arranque de la tercera manga, otro «break». Uno más en el séptimo juego. A Murray le faltaba pista para cobijarse. En poco más de una hora, Rafa había dado la vuelta al partido. El británico, imperial en el primer set, no era capaz de ofrecer respuestas.
En el cuarto juego del último set dejó de resistir. Tuvo dos bolas de «break», no aprovechó ninguna y tiró desesperado la gorra sobre el pasto. Era la rendición. Vía libre para Rafa. Fred Perry, campeón en 1936, seguirá siendo una edición más el último británico en ganar en Londres.
En la primera semifinal, Djokovic tardó nueve juegos en olvidar que la victoria ante Tsonga tenía premio extra. Cuando el francés sacó a esas alturas de partido para ganar el primer set fue incapaz de resolverlo. Era la pista de despegue que necesitaba el serbio. «Nole» aprovechó las facilidades para apuntarse el segundo parcial. Cedió el tercero en el desempate, pero Tsonga era demasiado irregular. Sin problemas se llevó el partido y luego confesó que siempre había soñado con jugar en la central el segundo domingo del torneo y alcanzar el número uno. «Todos los niños tienen el sueño de hacer algo en su vida. Vivimos de esos sueños. He tenido siempre el apoyo de mi familia y eso me ha permitido tener la oportunidad de alcanzar el objetivo de mi vida», aseguró.
Ese objetivo al que se refiere el balcánico no lo comparte Nadal. Para él lo fundamental es la conquista de «Grand Slams», el número uno es algo secundario. En su quinta final en Wimbledon buscará el tercer título, su undécimo «grande»... Con todo eso, el número uno es poco menos que una anécdota.
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