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Méndez y Zapatero

La Razón
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Fue a primera hora del 15 de marzo de 2004, justo al día siguiente de que Zapatero ganase las elecciones. El presidente in pectore, acompañado de tan sólo una persona (escoltas aparte), acudió al cementerio civil de Madrid a depositar unas rosas rojas en la tumba del fundador del PSOE, Pablo Iglesias. Su pareja era entonces un íntimo amigo suyo, Cándido Méndez, el secretario general de la UGT, que, desde que Zapatero ocupó La Moncloa, se convirtió de hecho en el vicepresidente económico y, por lo tanto, culpable en gran parte de la política que se ha aplicado durante las dos últimas legislaturas. El divorcio, por lo menos en el plano político, se produjo hace año y medio, cuando la crisis obligó a «Z» a cambiar de actitud y convertirse a la fuerza a la religión de los mercados. Ayer fue un día de despedidas para el presidente del Gobierno y justamente ayer su antes íntimo Méndez se despachó a gusto y dijo que «en la última legislatura creo que se han tomado decisiones que la sociedad española no va a olvidar». Fue más lejos y señaló que el inicio del control del gasto a partir de mayo de 2010 marcó una «etapa muy dura» contra los trabajadores y las «capas más débiles» de la sociedad. Supongo que esto no habrá hecho mucha gracia al todavía inquilino de La Moncloa, que, según me cuentan, está obsesionado con no pasar a la historia como el peor presidente de la democracia. Difícil lo tiene, sobre todo si hasta los suyos se suman a esta tesis. En cualquier caso, habría que recordar a Méndez que él ha mandado mucho en la política económica española durante estos últimos años y alguna responsabilidad tendrá.