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La fiebre del huerto urbano
Las zonas verdes no tienen por qué ser sólo ornamentales, también pueden crearse áreas en las que se cultiven frutas y verduras, como está sucediendo en Vitoria. Tras los huertos del Anillo Verde, están ultimando la creación de nuevas parcelas agrícolas en el Anillo Verde Interior. Además, ancianos, niños, enfermos y el público en general disfrutan de los huertos ubicados en la urbe, incluso en pleno centro
Disfrutar de una ensalada recién hecha, añadiendo cada uno de los «ingredientes» cultivados por uno mismo y sabiendo que está libre de sustancias químicas, es una opción que gana cada día más adeptos. De ahí que sean más los minihuertos presentes en balcones y terrazas. Ahora, le toca el turno a los jardines agrícolas. Una moda que ha invadido algunos barrios londinenses y berlineses, a la que se está sumando con fuerza Vitoria. En esta ciudad, donde se han duplicado las zonas verdes desde el año 1974, la agricultura está ganando terreno, pero, sobre todo, adeptos. Y es que, ¿por qué un jardín tiene que ser sólo ornamental? ¿No sería mejor cultivar fruta y verdura?
En Vitoria, los dos primeros huertos arrancaron hace tiempo en el Anillo Verde, el pulmón verde que rodea la ciudad, creando así zonas agrícolas (o marrones en términos técnicos) en este enclave. Ubicadas al norte y al sur del Anillo, los ciudadanos aprenden a cultivar y cosechar productos ecológicos en las Huertas de Olarizu y Abetxuko. Allí, el empleo de sustancias químicas está prohibido.
«Con el fin de eliminar los huertos ilegales surgió la idea de hacer estas parcelas a finales de los años 90», explica Iñaki Febrero, técnico del Centro de Estudios Ambientales de la ciudad. La iniciativa fue un éxito. Cada vez son más las solicitudes que se presentan cuando anualmente se sacan a concurso público unas plazas. A los que lo consigan, tras dar un curso, se les entrega una pequeña parcela (hay 375) para cultivar productos ecológicos de la que podrán disfrutar durante cinco años con el fin de dar cabida a las nuevas solicitudes.
«En una ocasión –recuerda Febrero–, me dio la sensación de que un señor añadía productos químicos. Venía con su nieto, así que le dije, menos mal que no pones veneno porque mira que se lo comería tu nieto. Puso tal cara que creo que logré que no volviera a hacerlo».
Tal es el reclamo por parte de la ciudadanía, que el Ayuntamiento está cerrando los últimos flecos de un Anillo Verde Interior que, además de dibujar nuevas zonas verdes en la ciudad, conllevará la creación de huertos puramente urbanos.
Futuras parcelas
«Hay una iniciativa para crear huertos en parcelas de equipamiento para que no sean solares vacíos. Estimamos que para el año 2012 podría estar, pero no lo puedo asegurar, ya que todavía estamos en fase de estimación», explica Mónica Ibarrondo, coordinadora de programas Green Capital del Ayuntamiento de Vitoria, tras una visita organizada por la quinta edición local del Congreso Nacional de Medio Ambiente (Conama), que dio el pistoletazo de salida a Vitoria como Capital Verde europea.
En la capital alavesa, además, hay otros huertos urbanos como los que promueve la Fundación Zadorra en colegios, centros cívicos y residencias, gracias a diversos convenios con el Departamento de Agricultura del Gobierno Vasco y el Centro de Estudios Ambientales. También los hay en el propio casco urbano, convirtiendo así los jardines verdes puramente ornamentales en jardines agrícolas en los que los ciudadanos aprenden diferentes técnicas para cultivar la tierra, algo que desgraciadamente ha quedado en el olvido para muchos, sobre todo en las ciudades.
El último, el del Restaurante Órdago, que acaba de abrir sus puertas hace tan sólo unos meses, en septiembre. Para llegar hasta él, sólo hay que adentrarse en el casco viejo de Vitoria y subir hasta el Palacio (el cansancio o la edad no es excusa si visita Vitoria, ya que se puede atajar por la escalera mecánica).
De la tierra a la cocina
En este restaurante, los dueños explican que se trata de un minihuerto ecológico participativo abierto a todo el mundo, ya que se levanta sobre un terreno de titularidad municipal. De él, sacan plantas aromáticas y plantas condimentarias que utilizan en su cocina, todo un lujo. Como también lo es el sistema de riego por sudación diseñado por Gaspar Caballero de Segovia, que incluye un plástico que ponen debajo para que no crezca la hierba.
Otros de los huertos ubicados en el casco viejo son el Huerto Escolar Ramón Bajo y el que hay en el Centro Cívico El Campillo. «Hasta ahora, el del centro cívido era para niños jóvenes con riesgo de exclusión social. Pero en adelante va a ser de uso general», explica Uxue Arbe, coordinadora de la Fundación Zadorra.
Fuera del centro histórico, han instalado también cinco huertos en colegios. Además, han llevado esta iniciativa al Centro de Día para Personas con Trastornos del Espectro Autista (TEA). «Este proyecto les ha permitido aprender y a algunos de ellos les ha servido como experiencia prelaboral, ya que han hecho después el huerto de uno de los colegios», explica Arbe. En esta línea, han puesto uno en el Hogar Alavés para personas con enfermedades psiquiátricas (aunque es en mesas), y otro en una residencia de ancianos en Armentia. En definitiva, lo verde vende, lo marrón (es decir, lo agrícola), ahora también.
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