Literatura

Barcelona

El pesimismo de Josep Pla

A la izq., el dramaturgo y narrador Joan Puig i Ferreter. A la derecha, una imagen de Josep Pla en 1919.
A la izq., el dramaturgo y narrador Joan Puig i Ferreter. A la derecha, una imagen de Josep Pla en 1919.larazon

En enero de 1925, el dramaturgo Joan Puig i Ferreter publicaba su novela «L'home que tenia més d'una vida» con la que había ganado el año anterior el premio La Novel·la d'Ara. Puig i Ferreter decidió enviarle un ejemplar del libro a uno de sus compañeros en el periódico «La Publicitat», concretamente al corresponsal en París. Era Josep Pla quien vivía en ese momento una etapa decisiva en su vida, y que responde con una misiva desconocida hasta hoy.

La carta inédita que publicamos se conserva en el archivo de Enrique Sabater, quien fuera buen amigo de Pla. Aporta un poco más de luz sobre los primeros años literarios del autor de «El quadern gris». Es un momento en el que Pla estaba a punto de estrenarse como escritor con la edición de «Coses vistes», aunque anteriormente había editado un par de olvidables libros en castellano y una monografía sobre el escultor Enric Casanovas. Por eso, es un literato desconocido, aunque sí se sabe aplaudido como periodista. Sus crónicas incluso le habían servido para que ser buscado por las huestes de la dictadura de Primo de Rivera. Era también un exiliado.

Entre exiliados
Tras haber paseado por una parte de Europa como corresponsal, Pla vivía en ese momento en el número 145 del bulevard Saint-Michel desde mediados de 1924. Estaba en un París con cafés lleno de exiliados tan dispares como Unamuno, Blasco Ibáñez o Macià, con cuya causa simpatizó en algún texto. También paraba por allí Adi Emberg, la mujer con la que convivío durante años.

Pero 1925 fue el año de «Coses vistes». En las primeras del libro, empleó un tono de modestia e incluso de pesimismo ante su estreno como escritor, vencido por la presión de los amigos. Eso mismo es lo que aparece en la carta enviada a Puig i Ferreter. «No crec que les persones series tinguin cap classe d'admiració o de simple curiositat per les quatre coses miserables que he escrit. Jo, per la meva part, no he fet concretament res per interessar a ningú. No tinc cap simpatia en el món intel·lectual. Sento que sóc un ignorant i un insoportable poca solta. Només tinc un desig: surtir de la literatura i del periodisme i deixar en pau a tothom», escribió con amargura en la misiva.

No se ha conservado el ejemplar enviado por el ilusionado Puig i Ferreter. El libro no está entre los que se guardan de su biblioteca personal en la Fundació Josep Pla de Palafrugell.

En el último tomo de su obra completa, Pla emite un juicio sobre el autor, apuntando que estaba bien dotado para las letras, pero su obra estaba escrita con un catalán de 1905. El autor de «El carrer estret» se quejaba de que no hubiera trabajado en el periodismo, algo que lo hubiera convertido en el primer novelista de Cataluña. Esa opinión no tiene mucho que ver con el apasionamiento con el que se refería al autor de Aigües encantades» en la carta: «La novel·la m'agradat molt. És una cosa que és veritat i Vd. té la força de fer viure al llegidor a dins d'aquesta veritat. En efecte, la vida és així, encara que sembli mentida».

Pla también reconocía que no era un hombre de teatro, limitándose a ver alguna cosa en Italia. En el volumen 31 de su obra completa, dentro de sus «Articles amb cua», el «homenot» per excelencia era contundente al destacar que el teatro no tenía nada que ver con la vida, no le decía nada, era inexistente para él.

Al final de la carta, tenemos al Pla amante del diálogo, de pasarse horas conversando. Sin embargo, aclara que no ve el momento en el que poder volver a Barcelona y conocer al fin a Puig i Ferreter. Se desconoce si alguna vez tuvo lugar ese encuentro.