Tokio

Jobs y los botones por Germán CANO

La Razón
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Podría afirmarse que la muerte de Steve Jobs hoy nos ha hecho reflexionar sobre cuánto se ha transformado la dinámica capitalista. Se nos cuenta que el cofundador de Apple odiaba los botones hasta el extremo de suprimirlos de su propia indumentaria. El gran gurú de la digitalización, obsesionado por la sencillez, los consideraba simplemente un obstáculo innecesario. Todos sabemos en qué medida esta ideología del acceso cómodo e inmediato a la información ha modificado de forma irreversible la tecnología de nuestros ordenadores y nuestra relación con ellos.
Hay que recordar que la marca «Apple» no puede entenderse sin el modelo utópico contracultural de los sesenta. En su juventud, Jobs se interesó por la filosofía y llegó a viajar a la India en busca de iluminación espiritual. A su vuelta, introduciendo el discurso «new age» en la tecnología, terminó eliminando las mediaciones, las etiquetas, las jerarquías y la retórica. Este «capitalismo sin fricciones», extremadamente ligero y líquido, del que Jobs fue el gran abanderado, nada tiene que ver con la pesada maquinaria del antiguo capitalismo y sus viejos valores ascéticos. Nada más opuesto al elegante y aséptico minimalismo del mundo creado por él que los viejos paisajes industriales, el sudor, la disciplina y el esfuerzo. El ascensor de la Apple Store en Tokio carece de todo tipo de botones. Si el capitalismo se ha ido convirtiendo cada vez menos en máquina y más en espíritu es por el tecnófilo hippie que odiaba perder el tiempo desabrochando sus botones.

Germán Cano