Novela

Sin abuela

La Razón
La RazónLa Razón

Dicen que no hay animal sobre la tierra más vanidoso que un hombre. Si a una mujer se le dice «¡qué guapa estás!», ella contesta «gracias» y reduce el asunto a una mera fórmula de cortesía. Si es un hombre el que recibe el mismo cumplido, suele preguntar a su vez, sonriendo tontamente, mientras despliega toda su cola de pavo, «¿tú crees?».
Ya se sabe que los hombres son de Marte y las mujeres, de Venus, y entre las diferencias interplanetarias que nos separan se encuentra sobre todo la de esa vanidad tan inevitable en el sexo masculino. Son pocas las mujeres que se desmayan ante el halago mientras los hombres sucumben irremediablemente a él. Los hombres viven de las lisonjas como las flores del agua. Y es su propia vanidad la que hace que se defiendan autoadulándose cuando les tocan las narices.
Como Cristiano Ronaldo en el partido contra el Dinamo de Zagreb en la Liga de Campeones, que dijo eso de que debe ser que le tratan como le tratan porque es «guapo, rico y gran jugador». Y lo es, no digo yo que no… Pero debería saber que eso no le asegura el poder y la gloria suficientes para conquistar el mundo, ni tampoco a todas las mujeres.
Algunas, como por ejemplo Coco Chanel, piensan que sólo se consigue el hombre perfecto teniendo tres: un banquero para el «cheque», un aristócrata para el «chic» y un deportista para el «choque». Aunque, pensándolo bien, ¿ese no sería David Beckham, rico para el «cheque», deportista para el «choque» y ya aristócrata y «chic» por obra y gracia de la reina de Inglaterra?
Estamos inmersos en la era del futbolista. Dios salve a Cristiano Ronaldo que, el pobre, no tiene abuela.