Sevilla

Errores en los ERE

La Razón
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Conduciendo durante el trayecto de Málaga a Sevilla había escrito tan ricamente mi artículo de hoy. Con una mano en el volante y sin mirar a la carretera hasta me había dado tiempo de guisar un potaje de garbanzos en una olla exprés que he colocado junto a la palanca de cambios, que desde el sábado he bloqueado en la tercera para no pasar de ahí. El día y la vida en general cunden muchísimo a 110 kilómetros por hora, dónde va a parar, pero el caso es que el coche se ha convertido en una especie de máquina del tiempo que atrasa demasiado en relación con lo que sigue ocurriendo fuera y, nada más llegar, me he encontrado con el asunto del exconsejero Fernández.

Hasta ahora, a los consejeros los dividía en dos clases: la de los listos y los tontos, pero la situación del exconsejero Antonio Fernández es la de un caso complejo, muy difícil de clasificar. O es muy listo para que casualmente le pillara el ERE de la empresa González Byass en la que trabajó de conserje en los 70, o es muy tonto para figurar en él con la misma antigüedad que la de su fecha de nacimiento. En cualquier caso, no me digan que no tienen gracia las dos cosas por separado y ni les cuento la que tienen juntas. No caben medias tintas, eso está claro, pero como el asunto está sub iudice, mejor será dejar que sea la juez la que dictamine sobre el cociente intelectual del jerezano.

El problema es que ahora va a ser un follón demostrar si se trata de un simple error rayano en lo anecdótico o si, por el contrario, es otro dato a tener en cuenta en el desvergonzado descontrol con el que se gestionaba la cosa. Antonio Fernández era en su día el presidente del Instituto de Fomento de Andalucía que firmó con Empleo aquel convenio tan simpático e irregular por el que se tramitaban los fraudes, a la sazón, la madre del cordero de todas las fechas falsas, incluidos nacimientos y defunciones laborales. En el convenio no ponía que el objetivo fuera el de hartarse a robar ni el de llevárselo crudo, sino que más moderadamente pusieron que se trataba de «mejorar la gestión, el desarrollo tecnológico y la comercialización de las empresas andaluzas».

Una cosa ha llevado a la otra y ahora cualquiera es capaz de demostrar que la modernización en las empresas no podía tener el precio de equivocarse de fecha. Pero ojalá que termine bien. Incluso habiendo tenido que cambiar a prisa de artículo y no sepa si compensa el ahorro de gasolina con tanto despilfarro de poca vergüenza.