El Cairo
La revolución olvida a los coptos
La muerte de 25 cristianos en los altercados de El Cairo deja al descubierto los conflictos sectarios. Están discriminados y al margen de los cambios sociales
El Cairo- El pasado 25 de enero, pocos cristianos bajaron a la calle contra el régimen del ex presidente Mubarak, pero durante y después de la revolución ellos también se atrevieron a soñar con un futuro mejor. En marzo, se formó el grupo «Shabab Maspero» (jóvenes de Maspero), nombre con el que se conoce el edificio de la TV pública, que se ha convertido en el lugar de protesta para esta minoría. «Compartimos los principios de la revolución, pero tenemos nuestras reivindicaciones específicas», explica a LA RAZÓN Imad Arian, un portavoz del movimiento. «Nuestra demanda es la igualdad entre musulmanes y cristianos», añade, «yo quiero vivir como viven aquí Mohamed o Mustafa».
Ese clima de igualdad se vivió durante los 18 días de revuelta entre enero y febrero, pero desde la caída de Mubarak, los incidentes con trasfondo sectario y los ataques directos contra los cristianos se han repetido con más frecuencia y brutalidad, y siempre han permanecido impunes. En marzo, una iglesia fue quemada en las afueras de El Cairo y posteriormente el barrio más pobre y marginal de mayoría cristiana fue atacado, dejando una decena de muertos. Dos meses después, la quema de otra iglesia llevó a violentos y serios enfrentamientos entre musulmanes y cristianos en la capital de Egipto, que se saldaron con 15 muertos y un centenar de heridos.
El pasado domingo, los coptos fueron víctimas de los incidentes más graves desde la revolución: al menos 25 muertos, muchos por herida de bala, otros aplastados por vehículos militares que atropellaron a los manifestantes, atacados por el Ejército cuando protestaban pacíficamente por el ataque contra una iglesia en el sur de Egipto, según la versión de Arian y de la mayor parte de los testigos y activistas, que hablan de una masacre.
Una semana después, aún no se sabe qué ocurrió exactamente y es posible que nunca se sepa, pero los coptos se muestran convencidos de que detrás de la violencia injustificada contra ellos está la discriminación por su fe.
En la situación de caos que vive Egipto tras la revolución, los sentimientos negativos hacia los coptos, basados en rumores y rencores pasados, son más explícitos que nunca, sobre todo tras la vuelta a la vida pública de los islamistas radicales. Los cristianos se ven desprotegidos por las nuevas autoridades, que no han podido limitar la violencia y la han instrumentalizado; abandonados por la mayor parte de las fuerzas políticas; representados por una Iglesia débil que no se atreve a levantar la voz.
Algunos se plantean emigrar, como Hani, un joven ingeniero de clase media, que ya ha iniciado a tramitar los papeles para viajar a Canadá, aunque no sea lo que desea. «He hecho todo lo que podía en esta revolución, pero no me queda otro remedio», asegura a LA RAZÓN. Pero muchos otros creen que permanecerán y seguirán luchando por sus derechos, e incluso los hay que no han perdido la esperanza, como el joven Mark Gamal, que sí salió a la calle aquel 25 de enero: «no diría que se han visto frustradas mis expectativas, sino que aún no se han realizado».
Ciudadanos de segunda categoría
La legislación que regula los templos religiosos discrimina a los cristianos y es una de sus principales quejas. En la última semana, las autoridades egipcias han prometido revisar la ley. «Aunque la cambien, no solucionarían los conflictos sectarios en Egipto», asegura un misionero comboniano. Los coptos, que representan el 10% de la población, siempre han sido considerados ciudadanos de segunda categoría y son sistemáticamente discriminados.
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