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Fatiga psicológica por Sabino MÉNDEZ
Digámoslo con franqueza aun a riesgo de que se nos tome por unos frívolos: la crisis ya cansa.
Lo notaremos en un hecho innegable: los expertos están fatigados. Es lógico que así sea, porque no dan una y lo mínimo que se espera de un experto es que acierte en sus análisis. Pero pasa ahora que, cuando parece que ya saben decirnos lo que sucederá, lo que sucede al día siguiente es otra cosa diferente y así es muy difícil que las cosas que proponen arreglen nada.
Echar la culpa de todo únicamente a una supuesta incompetencia de los expertos sería cómodo y fácil; es más productivo intentar entender a la vez porque están fatigados. Las cosas hay que explicarlas despacio, la gente debe atender, poner la oreja y escucharlos. Eso supone cierto grado de esfuerzo, pero en lugar de eso, ¿qué hacemos todos? Pues preferir que nos den eslóganes y soluciones de cuento. Como no nos gusta esforzarnos para digerir las cosas, nadie escucha las malas noticias. Preferimos que nos las den buenas, aunque sean mentira.
Mientras tanto, los expertos hacen lo que pueden. Nos sueltan su rollo hasta donde alcanza nuestra capacidad de mantener la atención y, cuando ven que nos distraemos de lo que nos dicen papando moscas, lo dejan correr a mitad del discurso y se marchan a hacer cosas de esas muy importantes que siempre tienen pendientes los expertos. Luego, lógicamente, las cosas que han propuesto se aplican a medias, no se va al fondo de los asuntos y se sabe que hay cosas imprescindibles para hacer a largo plazo, pero nadie quiere ponerle el cascabel al gato.
Por eso los expertos se fatigan; se preguntan si tanto esfuerzo para ser un experto vale la pena o sirve en verdad para algo en este mundo.
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