Castilla y León

El arte de vivir del arte en el medio rural

Desde Olmos de Atapuerca, un pueblo de 20 habitantes, en Burgos, Art-Terra lleva sus obras a clientes de toda España

El arte de vivir del arte en el medio rural
El arte de vivir del arte en el medio rurallarazon

Burgos- Javier Sanz y Amelia García llevan más de un cuarto de siglo llevando sus producciones artísticas, desde Olmos de Atapuerca, un pequeño pueblo de apenas 20 habitantes, a toda España. Art Terra se llama su estudio, que tiene una singularidad: es un espacio al aire libre, situado en una antigua granja de 950 metros de naves y 9.500 metros cuadrados de parcela. Javier nos cuenta cómo sus padres les pedían que se plantearan la inversión que iban a hacer al adquirir un terreno por el que nadie daba un duro. Hoy, muchos años después, ha cuadruplicado su valor. Allí, desarrollan su obra, pero también tienen la Escuela de Arte El Alfar. Reciben, a través de excursiones artísticas, a todo tipo de público: «en estas semanas, vendrán por aquí más de 2.000 chavales», nos explica Javier, quien asegura que «también hemos recibido a grupos de la tercera edad de Madrid, familias enteras de Navarra».
Junto a ellos, buscan «traspasar los conocimientos artísticos, darlos viabilidad, para hacerlos accesibles a todo tipo de edades».
Javier y Amelia viven en esta finca junto a sus dos hijos menores. «Se han integrado muy bien, pero creo que es normal, porque lo hemos hecho nosotros, nuestros abuelos... ahora lo llaman desarrollo sostenible», ironiza. Las expectativas de futuro, como las de muchos autónomos que han pasado por estas páginas, se centran en «sobrevivir». Ahora bien, el bagaje de Art-Terra está ahí: han realizado trabajos para entidades públicas como el Ministerio de Fomento -un mural de 21 metros-, o privadas, como la escultura de 162 metros cuadrados, en bronce, titulada «Canto a la vida», que les compró el hotel más grande de Bilbao.
Pero también elaboran pequeños detalles, para regalos corporativos o personales. O esculturas conmemorativas, como algún busto de peregrino o la que componía un aviador, que representaba al primer piloto francés que completó la ruta París-Madrid.
En estos momentos, realizan el galardón de los Premios de Igualdad del Ministerio de Sanidad, además de otros, también institucionales. «Los clientes que tenemos son casi siempre organismos públicos, o los colegios que de aquellos dependen, pero también particulares. Combinamos todo, pero lo que sí es cierto es que ahora muchas entidades nos dicen que hagamos lo mismo a mitad de precio y esto, lamentablemente, muchas veces no se puede».
En cuanto a su relación con la administración, en el papeleo, en la tarea burocrática, los dueños de Art Terra -y la Escuela de Arte El Alfar- consideran que «durante años el autónomo ha sido la oveja negra del mundo empresarial», aunque, insisten en el tesón de un colectivo que, recuerdan, crea el 80 por ciento del empleo: «tenemos la capacidad creativa de generar nuevas ideas y resurgir que no tienen instituciones y empresas grandes, porque el que tiene propuestas ha de pasar unos filtros. Al autónomo se le ocurre hoy, tiene el dinero mañana y lo hace pasado. Y funciona. Además, no arrastra a nadie cuando se equivoca». No obstante, reconoce que «es difícil sobrevivir como autónomo, más aún con el arte y todavía más en un entorno rural».
Aún así, su empuje no cede. «Hay que trabajar mucho más y mejor para obtener resultados. Estábamos muy acomodados y esta crisis nos ha servido como toque de atención», a la par que remarcan que «el concepto con el que estábamos intentando crecer era disparatado». Javier Sanz y Amelia García tuvieron a cinco personas contratadas en sus instalaciones, pero la situación económica se ha ‘llevado por delante' a tres de ellas. «En la actualidad sólo quedan dos monitores trabajando con nosotros, porque hay menos ‘tajo' y la rentabilidad no ha podido subir, por lo que se crea un problema», lamentan.


De cerca
Trabajan bronce, acero, aluminio, gres y metales de baja fusión que permiten desarrollar diseños exclusivos, clásicos o de vanguardia. Y a precios competitivos. Así lo aseguran Javier y Amelia, un «tándem» como ellos se definen, que funciona desde hace muchos años. Esta empresa familiar, que trabaja por encargo -no surte a tiendas-, ha llevado hasta numerosas localidades, sus placas artísticas, bustos, monumentos o fuentes ornamentales. Pero a esa labor artística cabe sumar la pedagógica. Acogen excursiones, cumpleaños artísticos... En definitiva, dan nueva vida al Arte.