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Estocolmo

Ángela Vallvey: «Lloro hasta con los créditos de las películas»

Profesión: escritora.Nació: en 1964, en San Lorenzo de Calatrava (Ciudad Real).Por qué está aquí: presenta su novela «El hombre del corazónnegro» (Destino).

 
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–«El hombre del corazón negro». ¿Ya sabe cómo son los hombres de corazón negro?
–Por fuera no se distinguen. Por dentro están llenos de tinieblas y crueldad. Son los malos del mundo.

–Así que usted cree en buenos y malos...
–Los niños distinguen muy bien entre buenos y malos. Los adultos se lían.

–Y usted es una niña y no se lía, claro.
–Así es. Yo alimento a la niña que hay en mí.

–¿Con qué la alimenta? Pregunto por si puedo seguir la dieta...
–La alimento con ilusiones, sueños y Cola-cao.

–Documentándose, conoció historias de esclavitud sexual que la conmovieron. ¿Es bueno conmoverse para escribir?
–Creo que sí. Hay que tener alguna emoción para transmitir emoción. Yo soy muy emotiva. Lloro hasta con los créditos de las películas. Soy llorona.

–Dicen que somos demasiado permisivos con las mafias...
–Sí, y con los dineros negros, los que tienen los hombres de corazón negro.

–Usted no tiene dinero negro, ¿verdad?
–No tengo ni blanca.

–Tampoco tiene un negro...
–No me vendría mal uno que me escribiera una novela de templarios de ésas que venden mucho.

–¿Por qué eligió el tema de las esclavas sexuales, el tráfico de mujeres?
–Porque me duele. Quería ponerle rostro al dolor y se lo he puesto a través de un personaje, Polina, prostituida a los 15 años por los traficantes.

–Y el negocio de la prostitución crece y crece...
–Sí. Me parece un atraso evolutivo. Pagar por sexo no debe tener cobijo en una sociedad avanzada, pero yo no quiero ser policía moral de nadie.

–Aunque no sea policía, ¿encuentra algún culpable?
–Son culpables los traficantes, los proxenetas y los clientes.

–En Suecia multan a los clientes. Póngase de alcaldesa de Estocolmo.
–Pues si me pongo ahí, multo fuertemente a los clientes, sí.

–Dice que esta novela la ha transformado. ¿Qué ha perdido?
–Alegría y optimismo.

–También los hombres se prostituyen. ¿Qué le parece recurrir a un gigoló?
–Es algo que puedo comprender, pero yo no pagaría por sexo nunca.

–¿Cobraría? Dicen que todos tenemos un precio...
–Me gusta pensar que no me vendo, pero si lo hiciera, espero que el precio fuera alto.

–Y sin meses de rebajas...