Agencia Espacial Europea
Cazador de plenilunios por Antonio PÉREZ HENARES
En el pasado plenilunio le gané por la mano a la luna y le pillé la salida. Luna llena, que me apareció enfrente, asomando cauta y lenta pero delatada por su brillo, para al fin emerger, plena, tras remontarlas, por detrás de las encinas de la Juanquebrada, bajo la sierra de Altomira.
Yo la aguardaba justo por donde primero había de dar la cara, en la costera a la que antes que a nada, antes que a la vega aún en la sombra y al bosque oscuro y denso, hubo de entregar su luz y su brillo. Le gané por la mano a la luna llena y la disfruté la noche entera.
La luz de la luna contiene en la noche los estremecimientos que no posee el sol en el día. La luz de la luna sólo señala sendas por las que caminar, pero mantiene el misterio de los rincones y promesas oscuras en las umbrías. La luz de la luna insinúa el cuerpo de la tierra pero no lo desnuda.
Para este mes de agosto que ahora llega yo les propongo un oficio. Háganse cazadores de lunas y despertadores de amaneceres. Es bastante más gratificante que otros muchos y dónde va a parar en cuanto a bien pagado. Además, no da resaca. Incluso la quita.
P. D. Para las lunas es aconsejable unos prismáticos. Para el sol no, claro. No se me vayan a quemar los ojos. Pero para plenilunios, solo o en compañía, son más que aconsejables.
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