Bruselas
Acorralado por los escándalos
Prostitutas, procesos judiciales y traiciones componen la última legislatura de «Il Cavaliere»
ROMA- Los tres años y medio que ha durado la última experiencia en el Gobierno italiano de Silvio Berlusconi serán recordados como la legislatura de los escándalos. Prostitutas –algunas incluso menores de edad–, procesos judiciales, traiciones y escándalos internacionales han marcado el día a día del ya ex primer ministro, quien no ha sido capaz de llevar a la práctica los profundos cambios que siempre ha prometido en sus sucesivos programas electorales. Desde que desembarcó en el mundo de la política hace 17 años, «Il Cavaliere» ha asegurado que iba a darle la vuelta a Italia pero, al final, la única reforma de peso que va a acometer es el plan de ajuste económico exigido por Bruselas y que ha acabado costándole el cargo.
Han sido tres las mujeres que han protagonizado los escándalos sexuales más sonados de Berlusconi. La primera es Noemi Letizia, una muchacha de Nápoles a la que el primer ministro visitó en su fiesta de 18 cumpleaños. La posible relación entre ambos hizo que la esposa del mandatario, Veronica Lario, le pidiera el divorcio y denunciase su afición por las chicas jóvenes. El hueco de Letizia fue ocupado por Patrizia D'Addario, una prostituta que reveló haber tenido a «Il Cavaliere» como cliente. Los abogados de éste reconocieron que había sido el «utilizador final» de la meretriz. La última de las mujeres de los escándalos sexuales es Karima El Mahroug, alias «Ruby Robacorazones», quien participó cuando sólo tenía diecisiete años en las orgías de Berlusconi, los célebres «bunga bunga». El «caso Ruby» propició el más grave de los tres procesos que Berlusconi tiene hoy pendientes: está acusado de abuso de poder y de prostitución de menores, por lo que le podrían caer hasta 15 años de cárcel. Los otros dos juicios son por el «caso Mills», motivado por la supuesta corrupción de un abogado para que mintiese en un juicio y salvara sus intereses, y por el «caso Mediaset», en el que se le acusa de fraude fiscal en relación a la compra venta de derechos televisivos por parte de Mediaset, la corporación audiovisual de la que es el accionista mayoritario. En los próximos meses podría sumar otro juicio, debido a la publicación de escuchas telefónicas de procedencia ilícita en «Il Giornale», el diario propiedad de su familia.
Berlusconi ha intentado burlar los procesos durante toda la legislatura forzando sucesivos blindajes judiciales que luego el Tribunal Constitucional ha tumbado. A partir de ahora ya no podrá evitar las audiencias aludiendo sus obligaciones de Gobierno ni utilizar la inmunidad parlamentaria para demorar los procesos. Le tocará aceptar sin rechistar el lema exhibido en todos los juzgados italianos: «La ley es igual para todos».
Aunque los escándalos sexuales y sus problemas con los jueces, a los que ha insultado sin descanso, le han supuesto un innegable desgaste de su imagen, las dificultades más serias para mantenerse en el poder las ha tenido el magnate por las peleas internas en su partido, el Pueblo de la Libertad (PDL). Primero vino la ruptura con su ex aliado Gianfranco Fini en el verano de 2010. Ambos habían fundado un año antes el PDL, pero Fini no soportaba la falta de democracia y de debate interno y acabó marchándose con un puñado de fieles. La pelea derivó en la primera moción de censura de la legislatura, celebrada en diciembre del año pasado: «Il Cavaliere» la salvó comprando a varios diputados de la oposición. La segunda traición llegó esta semana por parte de ocho diputados del PDL que consideraban al mandatario culpable del acoso que sufre Italia en los mercados. Esos ocho «traidores», como los llamó el propio Berlusconi, demostraron que la crisis iba a ser el verdadero motivo que acabase con él. Los «bunga bunga», los procesos judiciales y las peleas con la oposición no han sido más que el perejil que ha aderezado esta inolvidable legislatura.
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