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Y dentro de diez años

Diez años constituyen un periodo suficiente para reflexionar sobre que ha acontecido en el mundo y tratar de imaginar qué nos traerá el futuro. Sobre todo cuando esta década comienza con un revulsivo tal como los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington.

¿Y dentro de diez años?
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 Anteriormente, otro periodo de aproximadamente también diez años había separado la caída del muro de Berlín/disolución de la URSS de esos atentados en suelo norteamericano.
Este periodo 1991/2001 parecía definido por una hegemonía militar y económica de EE UU, que se sentía triunfadora e invulnerable, al menos en su propio territorio.

La primera Guerra del Golfo había demostrado la supremacía militar norteamericana en conflictos convencionales y ninguna nación aspiraba al dudoso honor de ser su enemigo, si bien Irán había salido notable y paradójicamente reforzado de esta primera derrota de Saddam Hussein. La globalización avanzaba económica y culturalmente y sólo el eterno problema palestino ofrecía una excusa a las reivindicaciones árabes.

Con la perspectiva del tiempo podríamos considerar que este periodo fue una década perdida para que un casi omnipotente EE UU hubiese regulado el mundo globalizado de una manera análoga o incluso superior a lo que hizo a la finalización de la Segunda Guerra mundial.

Nuevas reglas
El 11-09-01 EE UU despierta súbita y dramáticamente, descubriendo que el mundo es multipolar y que tiene enemigos asimétricos –hasta entonces despreciados– pero capaces de inflingirle un enorme daño. El indignado gigante reacciona con una justificada cólera pero con los viejos procedimientos, sin comprender que las reglas han cambiado.

Las fuerzas armadas norteamericanas entran en las campañas de Afganistán y posteriormente Irak con una mentalidad y unos medios pensados para enfrentarse y frenar a los soviéticos en Centroeuropa. Y también con desprecio técnico, minusvalorando las dificultades de todo lo que posteriormente se va a denominar como operaciones de contraterrorismo, contrainsurgencia y «nation building».

Comienza así un doloroso periodo de aprendizaje para la administración Bush y el Ejército norteamericano sobre las limitaciones y capacidades del uso de la fuerza en el mundo globalizado, que en cierto modo continúa hoy con Obama.

Estoy seguro de que muchos norteamericanos se preguntan todavía hoy cómo es posible que teniendo el ejercito mas potente del mundo (y también el mas caro) y además teniendo «razón», no puedan imponer su voluntad. Para mí está clara la causa de todo esto. Al menos la causa teórica: han cambiado las reglas y el concepto de legitimidad o razón moral en este nuevo mundo global y multipolar que emergió en 2001.

¿Contendrá 2011 hitos suficientes para iniciar una nueva década significativa? El inicio de las retiradas en Irak y Afganistán, las revueltas de la primavera árabe y la eliminación de Ben Laden podrían ser indicativos de ello.

Si estamos en un nuevo periodo, ¿cuáles son las nuevas reglas que están emergiendo para regular las relaciones internacionales incluyendo el uso de la fuerza? No seré yo el que se arrogue la capacidad de adivinarlas, sólo sé que son diferentes de las anteriores.

Las estamos descubriendo todos poco a poco a través de procesos dolorosos, como siempre lo son la incertidumbre y la zozobra. Pero estimo que antes de otros diez años –antes de 2021– tendremos una idea más precisa de cómo son estas nuevas reglas de convivencia: de lo que se puede y no se puede hacer; de lo que se debe –moralmente– hacer y lo que no.
No como una deducción racional, ni tampoco extrapolando linealmente lo que estamos viendo –causa habitual de fallo de las predicciones a medio y largo plazo– sino como un mero ejercicio de prospectiva, me voy a atrever a señalar cómo creo que puede ser la situación en 2021. Un mero futurible.

Las potencias económicas podrán ser China, EEUU, India, Brasil, Turquía y la UE. Para que esta última cuente, deberá haber surgido un líder tipo Adenauer pero abarcando los aspectos de seguridad mas allá de la unión presupuestaria y fiscal que se tendrán que haber conseguido (sino no habrá desaparecido la UE). Posiblemente el Reino Unido no haya soportado esta unión intima –pero imprescindible para subsistir– y haya abandonado la UE, cayendo así en la irrelevancia.
Islamismo moderado
La distancia en capacidades militares entre los EEUU y las otras cinco potencias habrá disminuido –especialmente con China– hasta hacerse casi irrelevante. Las fricciones de seguridad se concentrarán en el este de Asia y Pacífico occidental. El islamismo radical habrá dejado de ser un problema fundamental y el mundo musulmán adoptará una versión de islamismo moderado –a la turca– compatible con la interpretación actual de los Derechos Humanos.

El África subsahariana, América y Europa serán los productores y exportadores de alimentos a nivel global a los países manufactoradores. Este cuadro mundial que me he atrevido a dibujar es uno de los posibles. Sólo intento señalar, por vía del ejemplo, que las relaciones internacionales no serán en 2021 las mismas que hoy, de la misma manera que un día de septiembre de hace diez años, el mundo descubrió que las reglas de 1991 habían dejado de tener validez. No creo que nadie sepa a ciencia cierta lo que va pasar, pero si pienso que podemos ayudar a que sea un poco mejor y a que a los europeos tengamos algo que decir en él.