Sevilla
Soledad Becerril abandona la política
Soledad Becerril (Ma-drid, 1944) se baja del carro de la política y no será cabeza de lista del PP por Sevilla en las próximas elecciones del 20-N. Lo anunció ayer a sus compañeros de partido durante la celebración de la Junta Directiva Provincial. El cuentakilómetros se detiene para una corredora de fondo, que se sentó por primera vez en el Congreso de los Diputados tras ser elegida por Sevilla en los comicios de 1977 bajo las siglas de la UCD que pilotaba Adolfo Suárez.
En aquellos escaños, en los que se podía fumar mientras se daba forma a la Transición española, aún con el olor de fondo de las Cortes franquistas, Becerril fue modelando una futura carrera política que tendría su cénit al convertirse en la primera mujer ministra de la Democracia. Cuando Leopoldo Calvo-Sotelo le propuso la cartera de Cultura se quedó «sobrecogida» y se convirtió en el referente femenino de un mundo aún de hombres. La prensa del momento hablaba, más que de la gestión de la sucesora de Íñigo Cavero, de cuáles eran sus modelitos o del color de sus medias. Estábamos todavía en 1981.
Antes de todo eso, era en los ambientes antifranquistas «La Marquesita», estaba al frente de la revista «La Ilustración Regional» y tomaba posiciones en el Partido Demócrata Andaluz, que mantenía vínculos con la federación liberal promovida por Joaquín Garrigues Walker. No pensaba entonces que terminaría siendo alcaldesa de Sevilla, ciudad a donde llegó por su matrimonio con Rafael Atienza, Marqués de Salvatierra. Suceder a Alejandro Rojas-Marcos en la Alcaldía de una Sevilla en la que todavía hacían estragos los efectos de la crisis de la era post-Expo92 no fue nada fácil. Un lugar difícil donde la propia Soledad bebería, años más tarde, el trago más amargo de su vida. Estuvo en ese cargo hasta que ganó las elecciones de 1999 y una coalición del PA, sus antiguos socios en el Gobierno municipal, y el PSOE, la sentó en la bancada de la oposición. Se iniciaba la era Monteseirín y se abandonaba el estilo Becerril, del que se recuerda, sobre todo, el orden y la seguridad, además de la ausencia de escándalos políticos. Pero la huella que más hondo ha calado en la memoria de los sevillanos fueron sus lágrimas, que la despojaron de una vez de la etiqueta de persona fría y distante, tras el asesinato del matrimonio Jiménez-Becerril la noche del 30 de enero de 1998 a manos de la banda terrorista ETA. Ayer tuvo palabras para ellos y también para el doctor Muñoz Cariñanos.
Entre una gran emoción, mostró su agradecimiento al ex presidente José María Aznar y justificó su marcha de la política activa. «Conviene renovar las energías, que ya son muchos los años dedicados a tareas legislativas y municipales, y esta etapa toca a su fin», aseguró.
Tuvo una respuesta clara: «No te perdono que me dejes solo y no sé si voy a poder seguir sin tu consejo y compañía», le respondió el presidente del PP-A, Javier Arenas, que comenzó en política de su mano en los años en los que recorrían los pueblos y alguna vez eran multados por la Guardia Civil. Entonces, él solo decía que era su asistente y le pagaba los cafés en el Congreso porque Soledad «siempre llevaba un billete de 5.000 pesetas». «Todo lo he hecho de su mano», dijo. Para el alcalde, Juan Ignacio Zoido, lo más importante de su trayectoria se resume en su «honradez y valentía» y consideró un «lujo» trabajar con ella.
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