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Sois muy cansinos por Ángela Vallvey

La Razón
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Voy canturreando mi canción del verano («MercadooOoona... MercadooOoona…»), a recoger a mi compadre Josu con mi coche (marca «Hacendado»), pensando en la crisis y toda la pesca. Preocupada porque los bancos no prestan nada, vamos, que no prestan ni atención. Josu sube a mi utilitario y me suelta: «Acelera, que quiero llegar a tiempo de ver el partido». «¿Qué partido?», pregunto, pensando que se refiere a algo de política. «¿En qué mundo vives?, ¡el Madrid-Barça!, ¡el clá-si-co!, ¿es que no ves la tele?», me reprende. «No, me horripila la tensión que produce el deporte televisado. Me pone la piel de... naranja», respondo flemática, «y, después de todo, tampoco meten tantas canastas». Josu me mira con unos ojos que ni los del Guadiana. «¡¿Canastas?! Oye, lista, si te vas a poner a blasfemar en mi jeta… ¡No menciones el fútbol en vano! ¡Y va a ganar el Barcelona!», me regaña. «Mira que sois cansinos con el fútbol. ¿Pero tú no eras vasco? ¿No tenías más apellidos euskeras que pelos en tu despejada frente?, ¡¿qué haces del lado del Barça?!», inquiero yo. Me contesta, desde la indignación, con una sarta de argumentos que me suenan a música extraterrestre.

¡Ay, el clásico!, un espectáculo extremófilo, que logra sobrevivir incluso en las condiciones más extremas porque no es sólo deporte, sino negocio y política. ¿No será mucho ruido para tan poca pelota…?, me pregunto.

(Claro que a mí con el fútbol me pasa como con el cine uzbeko: que no lo entiendo sin subtítulos. Así que…).