Rusia
Desde Rusia con amor (III) por César Vidal
He señalado en las dos anteriores entregas la manera en que me han impresionado el salto económico dado por Rusia en los ultimísimos años y también la forma en que ha logrado desuncirse de la dictadura soviética y recuperar porciones de su Historia amputadas por el comunismo. Aún más llamativo es el modo en que Rusia lo ha conseguido asumiendo del pasado todo lo posible tanto en el terreno ideológico como en el práctico. De su Historia reciente, Rusia ha logrado rehabilitar a los blancos que se enfrentaron en la guerra civil a los bolcheviques –la serie de TV Admiral basada en la vida de Kolchak fue un éxito y Nikita Mijalkóv supo también realizar otra dedicada a los exiliados blancos verdaderamente extraordinaria– y, a la vez, seguir honrando al Ejército Rojo que, en palabras de Churchill, «despanzurró al ejército alemán» antes del desembarco en Normandía. Unir bajo un signo común fenómenos ideológicamente tan diversos es mérito del Gobierno ruso. El Gobierno de Putin no es un gobierno nacionalista, pero sí es abiertamente patriótico y, en ese sentido, puede asumir a Pedro el Grande y a Iván el Terrible del mismo modo que a los patriotas que combatieron a Napoleón y a los que batieron a Hitler. Todos eran rusos y, con sus limitaciones y grandezas, sirvieron a su patria. Lógico es, pues, honrarlos. No menos interesante es la manera en que Rusia ha conservado lo aprovechable del régimen socialista. Uno de los aciertos de Lenin fue –a diferencia de lo realizado en España por el PSOE y los nacionalistas– conservar el sistema educativo zarista, copiado del alemán. Lo cargó de ideología, pero también lo abrió al conjunto de la población e incluso elevó sus exigencias. El resultado fue magnífico y lo sigue siendo en la actualidad. Rusia ha abierto la puerta a las universidades privadas, pero, a la vez, ha conservado una excelente universidad pública donde sólo entran los que valen y necesita la nación y donde únicamente reciben becas los excepcionales. Algo semejante podría decirse del sistema sanitario. Aunque la medicina privada también ha encontrado su lugar en la nueva Rusia, la pública sigue siendo de calidad y obliga a revisiones odontológicas cada seis meses, obligatoriedad ésta extensible a otras especialidades como la ginecología. Sí es cierto que en Rusia la medicina pública no cubre el cambio de sexo ni ayuda a parir en masa a los extranjeros que hacen turismo sanitario. Volviendo a lo que nos ocupa, no puede negarse que la asunción de lo bueno pasado ha permitido construir un presente que preconiza un futuro relevante. No me cansaré de decirlo: si Rusia sigue el camino de los últimos tiempos, en tan sólo una generación más, estará entre las tres grandes potencias del planeta.
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