Londres

Soledad Lorenzo: «No quiero morir encima del escenario por eso me voy»

Respetada como pocas en el mundo de la creación, celebra el XXV aniversario de su galería a la que ha decidido echar el cierre 

«El acto de quedarte con un artista u otro es puramente emocional: los eliges como se hace con un novio»
«El acto de quedarte con un artista u otro es puramente emocional: los eliges como se hace con un novio»larazon

Se confiesa muy cafetera (aunque en la galería no prueba una taza) y le gusta escuchar a Roberta Flack. Noviembre es su mes; lleva treinta y nueve años en el mundo del arte (la «culpa» fue de Paloma Altolaguirre) y 25 al frente de su galería en la calle Orfila. Se define como una mujer «prudente que no quiere descarrillar». Junto a la galerista cántabra, en el espacio blanco de la sala están Tàpies, Schnabel, Broto, Sicilia, Badiola, Uslé, Galindo, Palazuelo... Le pido que volvamos a ese día de la inauguración, hace dos décadas y media, y ella mira atrás sin un ápice de nostalgia:

-Tenía pavor a que viniera poca gente y pedí a mis amistades que estuvieran conmigo. Llegó a la galería tal masa de gente que llegó la Policía porque pensaban que se trataba de una concentración. Era el año 1986 y la exposición, de Alfonso Fraile.

-¿Sabía dónde se metía?
-Que era un camino difícil lo sabía, pero todo funcionó muy bien y me sentí liberada. Era consciente de que lo complicado estaba por llegar. En aquella época yo pensaba que había crisis y que todo estaba en vías de recuperación; sin embargo, fue una etapa de bonanza. Quienes empezamos por entonces lo hicimos un poco a ciegas porque no existía una tradición de galerías arraigada. Enseguida supe que no iba a salirme de ese camino. Ésta es una profesión pasional, pero no somos ningunas heroínas ni vivimos en un mundo lleno de glamour intentando resolver los problemas del arte. Para nada.

-¿Sintió miedo?
-Claro que sí, porque no sabía si mi proyecto tiraría para adelante. Desconoces si tu selección y los movimientos que das son los adecuados. La sensatez tiene que ser un poco miedosa para luchar, nunca para acomodarte. Sí, sí, sentí miedo.

-Que es algo que usted no ha hecho.
-Siempre he seguido, he tirado. Ha habido momentos muy duros, por ejemplo, después de la muerte de mi marido, que me pilló con treinta y pocos años, pero algo se cruzó en mi camino y me hizo querer continuar. No he sido ni soy persona de metas. La edad te libera de cantidad de dudas y te das cuenta de que al acercarse el tiempo que te queda ves que tu proyecto ya está hecho.

(Cuenta una historia de cuando vivía en Londres, hace ya mucho tiempo. Un día duro, cuando se cruzó en la calle con un perro. No estaba en su mejor momento Soledad. «Jo, macho», le dijo como en un lamento al tiempo que le acariciaba. El animal se levantó y la acompañó hasta su casa. Dice que nunca olvidará su mirada, que le dio fuerza entoces, y ahora).

-¿Se siente una galerista respetada por sus colegas?
-Sí, y es a lo máximo a lo que uno puede aspirar con independencia de que guste lo que haces. El mundo del arte me ha tratado tan bien que quiero darles las gracias a mis artistas, a coleccionistas, compañeros... con una cena el 4 de noviembre. No es una despedida, es un agradecimiento.

-¿Cómo llegaron sus artistas a la galería?
-Ellos forman parte de mi vida. Unos vinieron a mí, en otros casos yo fui hasta ellos. Es una relación de fidelidades en la que hay buenos y malos momentos, discusiones y rupturas. Los eliges como se elige a un novio, es una acto emocional. Te puede gustar el de tu vecina, pero sabes que no te lo puedes ligar. El artista no es un raro, sencillamente es que la vida tiene pautas que le cuestan; son seres solitarios que invierten el primer dinero que ganan en un estudio.

-Usted sabía lo que era el mundo del arte por su familia. En la suya, la cultura se respiraba.
-Lo que soy se lo debo a ellos. Yo era la pequeña de tres hermanos y me he sentido una espectadora privilegiada. Me ha marcado el sentido positivo de mi padre ante la vida. A los 80 años le pedí que se retirara y que dejara que su hijo tomara las riendas y se equivocara. Yo tengo 74, enfilo el final y soy tremendamente realista, una virgo con los pies en la tierra que nada tiene de aventurera.

-Suena a despedida.
-La vida me ha proporcionado inteligencia para vivirla y ha llegado el momento de despedirse. No cierro la galería porque me encuentre agotada. Estoy estupendamente ahora, pero ¿y dentro de dos años, qué? No tengo una fecha definitiva, de hecho he programado ya todo el año que viene, pero lo dejo porque éste es un negocio que necesita una energía que yo estoy perdiendo. El cierre de mi galería no es una reflexión, sino una actitud ante la vida. Por otra parte, una galería es un proyecto muy personal en el que no se puede obligar a nadie a que continúe. Te vas, y desaparece contigo. El criterio de quien llegue detrás, en el caso de que llegue, es otro distinto al tuyo. Me voy, yo no quiero morir sobre el escenario.

-¿Se lo ha comunicado ya a Broto, a Uslé, a Tàpies?
-Me han entendido muy bien. Dicen que les da muchísima pena pero que me comprenden. De alguna manera al irme les estoy liberando. ¿Cuánto me queda en la galería, dos, tres años? ¿Y si flaqueamos? Un artista te puede plantar si ve que flaqueas, pero sé que ninguno de los míos lo haría. Les he dado el suficiente margen para que tengan tiempo de dejarme.

-¿Sobreviven muchas galerías a su creador?
-El porcentaje es muy pequeño. Las nuestras son historias personales y humildes, entendido como el trabajo de una persona. Un empresario tiene aspiraciones de perdurar. En nuestro caso es un trabajo emocional y pasional.

-Va a costar hacerse a la idea de que en el número 5 de la calle Orfila no esté Soledad Lorenzo.
-Yo trabajaré aquí hasta el último minuto, implicada en mi trabajo, como cada día.

-¿Y a qué va a dedicarse?
-No lo sé. El azar está muy presente en mi vida: las cosas me han llegado y creo que he tenido una suerte enorme de que mi camino fuera el arte.

-Es una mujer que contagia vitalidad desde la calma.
-Llevo años, desde que murieron todos los miembros de mi familia, siendo responsable total de mi vida. El contacto con la muerte ha sido definitivo para mí, me cambió la vida y me marcó favorablemente porque me di cuenta de lo que tenía delante y que debía aprovechar cada oportunidad. La vida es un privilegio que no podemos perder, todo en ella te sirve y te enseña. En el fondo, somos supervivientes.

-Usted ha dicho alguna vez que «tenemos que desarrollar la inteligencia de la mirada». ¿Cómo se hace?
-Así es. No se puede aficionar a alguien que no quiere a entrar en el mundo del arte. Distinto es el caso de quienes se acercan diciéndote que no tienen sensibilidad, pero que quieren entrar en este mundo. No nos enseñan a ver, no es una asignatura que se imparta en el colegio o la universidad. Yo digo que quien quiere ver, lo hace y da el paso.

 

Ella habla de su escudería
- La fuerza de Antoni Tàpies
«Siempre ha tenido una mala salud de hierro. Le veo en su estudio, extendiendo con fuerza la pintura. A veces me decía que se tenía que sentar porque se cansaba. Cuando le preguntaba por qué no le ayudaba alguien, me decía casi con ingenuidad que le ayudaba José, el paleta (albañil), tan mayor como él».

-Pablo Palazuelo o la inteligencia
«Recuerdo muchas veces nuestras interminables charlas, que han supuesto para mí un enriquecimiento mental enorme porque era una persona tremendamente lúcida. Hay cosas de Pablo que me han servido para el resto de mi vida. Me ha enseñado mucho y le he admirado más».

- Txomin Badiola, el más antiguo
«Llegue a él a través de Pello Irazu; le comenté que quería ver la obra de Badiola. Un día se presentaron los dos en la galería. Expuse antes a Txomin. Es el artista que primero he tenido, el más antiguo de esta casa. Él, como los demás, son mis artistas, con quienes he mantenido una relación de fidelidad en el tiempo».

- El Greco, inspirador de Jorge Galindo
«Me habló de él Julian (Schnabel). Vi lo que hacía, pero en ese momento no me interesó. Un año después me invitó a su estudio, y ya me pareció otra cosa. Me habló de su pasión por El Greco, a quien descubrió en reproducciones de hule que tenían sus padres en casa. Me dijo que era un pintor pop y kitsch».




En femenino plural
No es que el arte se conjugue en femenino en España, pero casi: son Juana (Mordó, una pionera que ya falleció, y de Aizpuru), Soledad, Helga (en la imagen), Elvira, Oliva... Con ellas nace y muere una manera de entender la creación. Parece que no van a tener continuadores: «Mi caso no es único, al contrario. Decir adiós y cerrar es bastante frecuente en este mundo. Mira lo que va a suceder con Juana (de Aizpuru) o con Helga (de Alvear), sus hijas no están por la labor. La galería nace y se va con uno. ¿Qué pasó con Leo Castelli? ¿Qué hará Gagosian con su imperio?» se pregunta. galerista.