Ávila

Casillas un valor nacional

Casillas un valor nacional
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¿Conocen a alguien que no piense que Casillas es buena persona? ¿Conocen a alguien que no ensalce a Iker aunque sea seguidor del eterno rival? ¿Conocen a algún niño que no se fije en él como uno de sus ídolos? ¿Conocen a algún otro guardameta que tenga los nervios tan templados como Casillas desde que cumplió 19 años? ¿Conocen a algún internacional de «La Roja» que haya vestido más veces que él la camiseta de España –136 partidos– pese a sus 31 años? (Arconada alcanzó las 129 internacionalidades con 37 años. Claro que ahora la Selección juega muchos más partidos y eso cuenta). ¿Conocen a alguien al que se le apode «El Santo», «San Iker» o «El Salvador»? Y, lo que es más, ¿conocen a alguien que se haya enfrentado a «Mou» por anteponer la amistad con los compañeros culés de la Selección? Es la contundencia en la formulación de estas preguntas, con la ventaja de la certeza en la práctica unanimidad de «noes» por respuesta, lo que mejor define a Iker Casillas.

Iker es educado, humilde, respetuoso y el mejor amigo de sus amigos, que son los de siempre más los muchos selectos que ha ido cultivando. Adora a sus padres –Mari Carmen y José Luis– y a su hermano pequeño Unai. En lo personal, sólo hay una cosa que odie: el acoso de los «paparazzi». Ése que no te deja estar tranquilo ni en tu casa, te obliga a cambiar tus hábitos e incluso persiguen tu coche, pese a que no das mucho de qué hablar ni aprovechas los beneficios de la Prensa «rosa».

Como periodista, el trato con Iker es muy fácil. No es divo. No es de los que usan el recurso de los cascos o el teléfono en la oreja para pasar de largo en las zonas mixtas. Si no puede atenderte un día, basta con un «lo siento, tengo prisa, me tengo que ir», en lugar de hacerse el sueco. Que no lo es, él es de Móstoles y de un pueblo de Ávila, Navalacruz, y a mucho orgullo. Tampoco es de los que se pasan la entrevista mirando el reloj o avisan previamente al jefe de prensa para que pasados «equis» minutos interrumpa y diga que se tiene que ir. Todo lo contrario, da la prioridad al periodista hasta que éste le diga «hemos terminado». Por eso, le molestan tanto las críticas abusivas a su novia, Sara Carbonero. Porque él siempre ha atendido con el mismo respeto y paciencia a un Matías Prats (por un poner) que a un becario/a, al que aún le faltan datos o maestría en el preguntar.

Como portero, es el mejor. Y punto.