Andalucía

La hora del cambio confianza frente a descrédito

La Razón
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De confirmarse la encuesta que LA RAZÓN publica hoy, asistiremos a un fenómeno que marcará un antes y un después en la historia política de la España contemporánea. El desplome socialista es general en toda la geografía española y en todas las edades. Confirma que los tradicionales feudos socialistas, como Andalucía y Cataluña, cambian de lealtad política. También son inequívocos los resultados en el País Vasco y en Galicia. En cuanto a los jóvenes y a los nuevos votantes, no prestan crédito alguno al socialismo español, que siempre ha insistido en la modernidad de su actitud y su mensaje frente a la derecha «antigua». Y muchos de los que han votado al PSOE hasta aquí se despiden de él, con el que el PSOE pierde ni más ni menos que el 39 % de su base electoral.

Un cambio político de esta envergadura, parecido al que se produjo en 1982, requiere diversas explicaciones. En primer lugar, la pérdida del voto en las regiones con implantación nacionalista confirma el fracaso de la estrategia zapateril de aliarse con los nacionalismos radicales para levantar muros de contención y gobernar contra el PP. Uno de los puntos fuertes del proyecto del PSOE de estos años se derrumba con estrépito, como se ha derrumbado el oportunista intento de escenificar la «paz» en el País Vasco.

Por otra parte, muchos socialistas parecen atribuir la desafección del electorado al cambio de rumbo político operado por Rodríguez Zapatero desde mayo de 2010. Una recuperación de las esencias «socialdemócratas» devolvería a los socialistas su electorado natural, que se habría sentido defraudado por el realismo adoptado desde entonces. No ha sido ese el resultado. Como se está comprobando, el nuevo credo «socialdemócrata» del PSOE no consigue recuperar a los votantes extraviados. En el fondo, ni siquiera los socialistas se lo creen.
Aquí está una de las claves de la nueva situación. El socialismo ha dejado de ser en estos dos años esa palabra mágica que evocaba un mundo más moderno y más justo. El capital político acumulado por Felipe González, que modernizó la sociedad española y terminó de levantar el Estado de bienestar que hoy conocemos –aunque luego estuviera a punto de arruinarlo-, ha sido dilapidado en estos siete años por una política al mismo tiempo sectaria, ineficaz e injusta. La irritación que la primera legislatura suscitó en los españoles contra los que gobernó el PSOE entre 2004 y 2008 se ha contagiado ahora a los antiguos votantes socialistas, defraudados por aquellos en quienes confiaron.

El descrédito de la marca socialista sitúa a nuestro país en una posición única dentro de los países desarrollados. En otras naciones, los socialistas no han jugado a la frivolidad sectaria como aquí. Conservan por tanto una cierta credibilidad. Aquí eso se ha acabado y aunque no hemos elaborado un discurso alternativo al modelo vagamente socialista ante la crisis, el conjunto de la sociedad, incluidos los más jóvenes, parecen convencidos de que ha llegado la hora de un cambio muy profundo, tal y como exige la nueva situación. La crisis ha dejado de ser comprendida en España como un bache pasajero tras el cual se restauraría la situación anterior. Mucha gente percibe o sabe ya que hemos entrado en otro mundo, un mundo que requiere asumir nuevas responsabilidades personales y ante el que no valdrá la queja, ni el mirar hacia otro lado, ni el recurso al gobierno o a la administración de turno.

Los españoles parecen dispuestos a afrontar y a asumir las consecuencias de un cambio histórico de posición y mentalidad. No atañe sólo a la vida económica. También va a significar vivir de otra manera la relación con nuestro país y nuestros compatriotas, nuevas formas de solidaridad con los que sufren o pasan una mala racha, una conciencia más intensa de lo que valen la vida, el esfuerzo personal, la moral pública y privada. Estamos en una encrucijada estratégica. Si el Partido Popular sabe gestionar esta demanda de cambio con la responsabilidad y la seriedad con la que puede hacerlo, los españoles volveremos a recuperar la iniciativa como lo hemos hecho tantas veces a lo largo de nuestra historia.