Sevilla
OPINIÓN: Pues sí se cierra por fin
La explosión de las finanzas públicas tiene, entre mil consecuencias odiosas, el saludable efecto de desenmascarar a ciertos políticos. Zapatero es un guiñapo por esa salida ideológica de la crisis que hubo de convertir, por la tozudez de los hechos, en el mayor recorte social de la historia de España y a los catorce mil electos de todas las formaciones que alguna vez han intentado sacar rédito del amable estribillo «as-ti-lle-ros-no-se cierra» les retorna ahora su irresponsable demagogia como un bumerán. Entre todos han alimentado al monstruo a sabiendas de que era insostenible y ahora se llaman a andana cuando esta «force de frappe» del sindicalismo irredento despliega, antes de la bajada del telón, todo su talento en el (in)noble arte de la guerrilla urbana. Ya podían haberse imaginado lo que Pastrana y sus matones iban a organizar en cuanto dejasen de dispensarle trato de eminencias. Es su condición. La reconversión del sector naval es una asignatura pendiente desde hace tres décadas. Desde la Transición, se ha trocado paz social por subvenciones, hasta que la caja se ha vaciado. ¡Cuánto dinero nos habría ahorrado un ministro de trabajo con la mitad de dídimos que la Thatcher! En cuanto salga de San Telmo, si es que sale, el primero detrás de la pancarta será Griñán, uno de los muchos que no se atrevió a hacer lo que sabía que era necesario.
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