Bruselas
Compromiso con la OTAN
La base aeronaval de Rota albergará uno de los principales dispositivos estratégicos del nuevo escudo antimisiles propiciado por Estados Unidos: nada menos que el componente naval del sistema defensivo. Por primera vez, buques de la Marina norteamericana tendrán puerto permanente en la bahía gaditana. Serán cuatro destructores dotados del sistema Aegis, capaces de disparar los misiles antibalísticos SM-3, que se han demostrado muy eficaces en la destrucción de blancos móviles más allá de la atmósfera. La decisión del Gobierno español, anunciada ayer en Bruselas por José Luis Rodríguez Zapatero, supone un salto cualitativo en la participación española en la Alianza Atlántica y debe ser, por lo tanto, bienvenida. Más aún si rectifica pasadas actitudes que, entre otras consecuencias, nos han traído la pérdida de un cuartel general, el de Retamares, con el consiguiente debilitamiento de nuestra posición en la estructura de mando de la OTAN. España ganará peso en la alianza y, sobre todo, dejará patente su compromiso en la defensa común. Porque el hecho no se presta a equívocos. El escudo antimisiles, aún en la versión «edulcorada» de Obama, supone uno de los principales obstáculos en las relaciones de los países occidentales con Rusia, que no termina de creerse que todo se deba a la potencial amenaza nuclear de Irán o de Corea del Norte. Moscú alega que el establecimiento de una barrera defensiva de esas características menoscaba gravemente el efecto disuasorio de su arsenal atómico. Es de temer, y hay que asumirlo, que el Gobierno ruso muestre su contrariedad ante la evidencia de que el sur de España, y además en el estratégico Estrecho de Gibraltar, albergue una fuerza naval cuya potencialidad se proyecta a miles de kilómetros. Hay que prever, también, el impacto que causará en los gobiernos del norte de África, región sumida en pleno proceso de reformas, cuando no revolucionario. Es, y conviene reiterarlo, una decisión con un calado estratégico y político que se prolongará mucho más allá de esta agonizante legislatura. Aún aplaudiéndola, no hubiera estado de más que el presidente del Gobierno, que está en funciones, hubiera contado con el resto de las fuerzas políticas, sobre todo con el PP. Porque si las previsiones que auguran, tozudas, las encuestas se cumplen, será el Gobierno de Mariano Rajoy el que tenga que implementar el acuerdo. Si bien comprendemos las prisas de la Casa Blanca y el Pentágono, obligados a negociar los fondos del escudo antimisiles con el Congreso, y la necesidad del secreto, es cierto que el presidente del Gobierno podría haber elegido un momento y una escenografía menos «dramáticas» para anunciar el acuerdo, lo que le hubiera permitido darlo a conocer previamente a su probable sucesor en la Presidencia. Y por último, aunque sólo sea a efecto de hemeroteca, subrayar el cambio de percepción de la política exterior española de un Gobierno que se estrenó retirando por sorpresa la tropas españolas de Irak, y de la decisión adoptada ayer. En todo caso, un giro que merece el elogio porque es positivo para España y para nuestras Fuerzas Armadas.
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