Carreteras

Verano y miedo

La Razón
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El 1 de septiembre damos por concluido el verano. Si bien, la estación más calurosa del hemisferio norte aún coleará unas semanas más. Agosto acapara al verano. Cuando termina, a veces hasta disminuye el calor de golpe. En agosto siempre ocurren cosas desagradables, y eso que es un tiempo límbico destinado, en teoría, a no dar cabida a ningún acontecimiento. Es un momento perfecto para los abandonos. Es en pleno estío cuando arrecian los robos en las casas abandonadas provisionalmente, los crímenes pasionales a causa de pasiones largo tiempo abandonadas, los abandonos de familiares molestos. La deuda soberana abandonada en las garras de los compradores sin escrúpulos, los ministros que abandonan sus carteras, los niños abandonados frente al televisor… En agosto sólo trabajamos los suplentes de los becarios. En verano se urden más divorcios que en el resto del año. Llega el calor, la ociosidad, y la gente decide que ya no aguanta más. Y abandona las cosas a su suerte. Las parejas que aún no han decidido divorciarse colocan a los niños en un campamento. Esperan poder pasar unos días a solas, abandonándose perezosamente en una desvencijada cama de hotel. En realidad, se pelean con más frecuencia que durante el curso escolar cuando están tan cansados que no tienen fuerzas ni para eso. El verano nos hace despilfarrar nuestro abatimiento, que en el fondo es simple abandono. Somos pobres en afectos, por lo general, y quizás por eso cosas tan tontas como el bochorno y la inactividad consiguen que nos dediquemos a racionar con tacañería nuestro amor, nuestro cuidado. El calor saca lo peor de nosotros, si es que la insoportable pasividad del verano había dejado algo dentro.
Antaño, los niños dedicábamos el verano a leer, a jugar con nuestros primos en las plazas de nuestros pueblos y a soñar bajo el sol de la infancia, que prometía un futuro resplandeciente. Hogaño, somos adultos abandonados ante la película de terror de un presente incierto. Sentimos tanto miedo que, algunas mañanas, tememos que al salir a la calle hayan quitado hasta las aceras. Este mes de agosto, que por fin acabó, nos han metido miedo por un tubo: que si la prima de riesgo, el riesgo de la prima, la bancarrota, el paro, la crisis de deuda que nos hace recordar las propias… ¡Y el verano aún no ha terminado! (Esto es agotador. Digo yo).