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«Decir que los cantantes carecen de estilo no es provocar»

Lo aseguró hace un mes sobre las voces patrias y encendió los ánimos de un puñado de artistas. Ahora se explica y detalla su ambicioso proyecto: crear una escuela de canto.

Entusiasta de la Zarzuela: Gerard Mortier el viernes, en su despacho, leyendo un libro sobre este género
Entusiasta de la Zarzuela: Gerard Mortier el viernes, en su despacho, leyendo un libro sobre este génerolarazon

Según se entra en su despacho, a la derecha cuelga de la pared un retrato de Mozart (pintado en su último año de vida) y a la izquierda se levanta una columna blanca que sostiene un baúl espartano de madera clara coronado por un busto negro y desafiante de Beethoven, uno de sus padres espirituales. Sobre su mesa, libros y un diccionario que utiliza dos veces durante nuestra conversación. Habla español con esfuerzo, piensa en alemán y sueña en francés. Su frenético ritmo de trabajo ha pasado factura a este flamenco (nacido en Flandes) que sufre algún problema estomacal.

El día de la presentación de la temporada 2011-2012 destapó la caja de los truenos con una declaración que, dice, se sacó de contexto, sobre los cantantes españoles: que si cantan Verdi como Puccini, que si carecen de estilo. Sea como fuere, algunos de los aludidos levantaron la voz y firmaron un manifiesto pidiendo su salida del Teatro. Lo que en principio no salió de internet, el miércoles se hizo pública declaración en el Teatro de la Zarzuela ante el estreno de una zarzuela, «Luisa Fernanda». Mientras allí arremetían contra él, Mortier defendía a capa y espada el género.

-Desde el pasado 15 de marzo, en que presentó la temporada 2011-2012, el temporal no ha amainado. ¿Cómo aguanta el aluvión de críticas?
-Es muy cansado y complicado, no se crea que soy un cocodrilo.

-¿Cree que la próxima temporada, definida por usted como «exigente», hará perder un río de abonados al coliseo?
-De la programación se ha hablado sin parar, y yo creo que es normal. Acepto las críticas, pero repito lo que dije allí y que usted me recuerda, que es exigente y que hay que verla en su conjunto, en un todo de seis años. Ya tengo en mi cabeza las grandes líneas de la lírica para los años que vienen. Cada uno forma un capítulo y juntos, mi libro.

-Da la sensación de que quiere marcar su terreno claramente.
-Yo no he venido a romper, no soy Sarkozy, quiero crear una evolución. Puedo entender que se diga que hay una abundancia de obras del siglo XX, pero es que ya estamos en el XXI y el anterior es pasado. Si se dice que el XX es demasiado moderno, es que la ópera está enferma. Sería impesable y anormal tocar sólo un palo. Este año los grandes éxitos los ha protagonizado la ópera del siglo XX. Los críticos musicales son muchas veces más conservadores que el público. 

-¿Tiene en cuenta las críticas que se vierten sobre usted?
-No, no las leo. Los críticos que me atacan son los «gadafis» de la ópera. Nunca he recibido un maltrato por parte del público.

-¿Y si el público da la espalda a la programación del año próximo?
-Sé que puede suceder, que una parte de los espectadores decida no volver al Teatro Real. No lo deseo y no me gusta, por mucho que se empeñen en decir que voy a disfrutar con ello. 2012 va a ser peligroso y las semanas que vienen ahora, decisivas. Hasta finales de mayo o principios de junio no sabremos qué va a suceder con la renovación de abonos. Aún es temprano para hablar.

-¿Qué es para usted la ópera de repertorio?
-¿Me lo pregunta porque también se me ha criticado? Dicen que no están Bellini ni Donizetti en 2012, pero es que son compositores de segunda. Por favor, no reduzcamos la historia de la ópera a ellos. Para que me entiendan, no se puede comparar a Tennesse Williams con Beckett. Para mí, gran repertorio son Debussy, Strauss, Verdi, Wagner, Monteverdi, la ópera que tiene verdadera calidad, ése es para mí el gran repertorio, no la que más se vende, la que se repite año tras año.

-Tiene a los cantantes muy molestos. Díganos que sí hay buenas voces en España
-La voz es el instrumento, lo importante es el canto. Yo no he dicho que no haya buenos profesionales aquí, al contrario, los hay, y estupendos. Yle diré más: que nunca he escuchado tantas voces de calidad. Lo que sucede es que es necesario crear una escuela porque falta estilo. Lo dije y lo vuelvo a repetir. No es un ataque ni una provocación. Nada más lejos de mi intención. Es una constatación.

-Su idea de crear una Escuela de canto viene de lejos, ya que tanto Emilio Sagi como Antonio Moral abanderaron un proyecto similar. ¿En qué consiste el suyo.
-En primer lugar, es necesario conocer bien la historia de la ópera y estudiarla. Saber que Verdi no se canta como Mozart, y lo digo sin mirar a nadie. En segundo lugar invitaríamos a grandes cantantes para impartir clases de técnica y estilo. Entrarían aquí Teresa Berganza, Pilar Lorengar, una artista con un gran estilo aristocrático y estupenda mozartiana, Raúl Giménez. Me gustaría contar también con José Van Damme y Juan Pons. Se trataría de realizar audiciones a doce cantantes (sopranos, lírico ligeras, tenores, lírico spinto, barítonos, bajos) que trabajarían dos años en la casa y recibirían un sueldo mensual que rondaría los 1.500 euros. Podrían cantar pequeños papeles y estarían junto a los grandes, aprendiendo a su lado, que no existe mejor escuela. Incluso tendrían la posibilidad de ser cover. Un espectáculo dentro de nuestra programación pedagógica sería el cierre, siguiendo el ejemplo de «El niño y los sortilegios», ahora en los Teatros del Canal.

-Recuerde que los presupuestos han menguado. ¿Cuánto va a costar este «attelier lirique»?
-Estamos hablando de 800.000 euros, incluida la producción. Si encontramos un patrocinador fuerte que ponga medio millón yo lo puedo crear, aunque sé que no es tarea fácil. Necesitaríamos tambien un espónsor para los instrumentos, porque nos faltan buenos de cuerda. Yo quiero que mis músicos toquen con los mejores. Yle adelanto que tengo la idea de crear una biblioteca musical. Es extraño que después de 12 años no exista en este teatro y es necesaria para poseer una calidad de base. ¿Cómo no está en el Teatro Real la partitura de «La Bohème»? No lo podemos permitir.

-Falta poco para ver la que es su gran apuesta de cierre de temporada, «San Francisco de Asís», de Messiaen, que finalmente no se verá en la Caja Mágica, sino en el Arena por problemas técnicos.
-Así es. Y tengo miedo del calor del verano en Madrid, que es terrible. Parece que la temperatura saliera del suelo (y hace un gesto con la mano de abajo hacia arriba). En la Caja, que resulta demasiado grande, no se podría montar la inmensa cúpula porque el techo se abre precisamente para refrigerar el estadio. Estamos ante una obra magistral, de las más grandes del siglo XX, que no es difícil de escuchar, pero es necesario introducir al público. Así, a mediados de junio pondremos en marcha lecturas en el Círculo de Bellas Artes, conciertos y una exposición para poder la ciudad al servicio de la obra.

-Una ciudad que en verano huye de las altas temperaturas, señor Mortier.
-Lo sé, lo sé, pero el Arena es un lugar popular donde se hacen grandes conciertos y los jóvenes saben dónde está. Se trata de echar el día entero. Además, se puede comer allí. Deseo que se convierta en un gran evento.

-¿Cómo puede contagiar ese entusiasmo del que habla? Venda el producto a los madrileños.
-Estoy seguro de mis ideas sobre el teatro y de mis buenas intenciones. En el Rurh y la Bastilla fue un éxito y sé que se vende solo. Que el público sea curioso, se acerque y después juzgue. Sería una verdadera desilusión para mí si en Madrid no saliera bien. Le diré, además, que resultó mucho más cara «Andrea Chenier» y se hizo. Para que luego digan que gasto en exceso: el decorado me lo ha cedido Ylia Kabakov, que es su autor, y es imponente, con más de 3.000 lámparas de neón en la cúpula.

-¿Le da, entonces, una oportunidad al público de Madrid?
-Si no funciona en una ciudad, es ésta la que debe entonar el «mea culpa» y no la obra. Lo más duro, quizá sea el acto sexto, con 45 minutos en los que se escucha un catálogo de cantos de pájaros. Bueno, vamos a ver si es un fracaso o todo lo contrario...

El detalle: miedo a los nacionalismos
En España no se siente un extranjero, sino europeo. Y se pregunta en voz alto, «¿Qué es el caracter español? Yo me siento parte de ustedes y de su patrimonio, que también abarca a Iberoamérica. Hay autores extranjeros que han hecho mucho por la cultura española, como Verdi y Rossini. Me dan miedo los movimientos demasiado nacionalistas y de separación. Defendamos la cultura propia desde un punto de vista más amplio, europeo».