Comunidad de Madrid
Como a chinos
Zapatero se ha pasado cerca de ocho años engañandoa los españoles, leoneses incluidos
Que Zapatero se haya llevado a León el Instituto Confucio tiene todo el sentido. Al fin y al cabo se ha pasado cerca de ocho años engañando a los españoles, leoneses incluidos, como a chinos. Cuando se forme el nuevo gobierno tras las elecciones y don José Luis y su familia se trasladen al chalet cuyas obras inspeccionó tras la inauguración del citado instituto, entre nube y nube inspeccionada se podrá entretener leyendo a Confucio en su propio idioma. Desde luego él debe dominarlo porque todo lo que ha dicho, fundamentalmente en ésta segunda Legislatura, nos ha sonado a eso, a chino. Además, en cuarenta días se va a convertir, como le gusta decir a Felipe González, en un jarrón, naturalmente chino. Claro que en su caso, a diferencia de Suárez, Calvo Sotelo, Aznar, y del propio González, no se tratará de una pieza catalogada de ninguna de las dinastías del gigante asiático. Donde él esté colocado los niños podrán jugar a la pelota sin peligro alguno porque su porcelana no procederá de los artistas de la corte de los Ming, sino de las tiendas que inundan nuestras ciudades y pueblos conocidas popularmente como de todo a cien. Desde un jarrón para flores de plástico, hasta sombrillas de colores, pasando por los botes para hacer pompas de jabón. Y también de pompas o burbujas sabe un montón nuestro jefe de Gobierno. Bajo su mandato han estallado varias, empezando por la inmobiliaria que ahora quieren cargarle al PP aunque fue en el año 2006, dos años después de llegar al poder, cuando se dieron más licencias de obras. Claro que entonces todavía se estaba tirando de la caja que el Gobierno Aznar había dejado a rebosar. Ni a él ni a ninguno de sus ministros, incluido Rubalcaba, se les ocurrió poner coto al desmadre de la construcción. Bien al contrario cada mes se sacaba pecho con la creación de empleo que, como luego se demostró, se generaba mayoritariamente en el negocio del ladrillo. En aquellos momentos el Gobierno, desoyendo a Confucio, no tenía la cabeza fría, ni el corazón caliente, pero sin duda la mano larga dispuesta a ayudar no faltó. Ayudar a los sindicatos y sus liberados, y repartir subvenciones de todo tipo a los afines hasta alcanzar cotas de auténtico exotismo. Y ahora, cuando en la caja no hay más que telarañas, desde el partido socialista se urge a Rajoy para que haga públicas sus recetas para salir del hoyo en el que nos ha metido la crisis internacional pero, sobre todo, la disparatada política económica de los cuatro últimos años, donde no ha faltado la mano generosa para quienes, ahora, se preparan calentando las calles para el día después. Las huelgas políticas, o al menos politizadas, como la de la enseñanza en la Comunidad de Madrid, no son otra cosa que la devolución de favores. Ahora la gran pregunta es si los españoles, cuando se presenten delante de las urnas, votarán con la cabeza fría, y el corazón colgado a la puerta del colegio electoral, o volverán a dejarse engañar como a chinos con la amenaza de que viene el tío Paco con la rebaja, como si quien lo dice no hubiese tenido nada que ver con lo hecho hasta ahora.
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