Campaña electoral

Radiografía concluyente

La Razón
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El deber de todo político responsable es identificar los problemas de la sociedad y desarrollar medidas para subsanarlos. Más allá de coyunturas, desde hace unos años, en España la primera preocupación de los ciudadanos, con gran diferencia sobre todas las demás, es el paro. Es lógico en un país camino de los cinco millones de desempleados. Los sucesivos barómetros del CIS han ofrecido una radiografía recurrente sobre las inquietudes de los españoles y el último del mes de octubre, conocido ayer, no sólo no ha sido una excepción, sino que ha reflejado cómo se ha acentuado el pesimismo económico en el país. El 86% de los encuestados no duda en calificar la situación económica de «mala» o «muy mala», un porcentaje que hasta ahora había alcanzado el 81% y que ha supuesto un récord en la era socialista. Además, un 61,3% la considera peor que hace un año y un tercio de los sondeados cree que será incluso más negativa dentro de doce meses. La otra cara de la moneda es el terrorismo. Durante muchos años fue una obsesión y la principal amenaza para el país, pero esa etapa pasó. En este barómetro ha vuelto a registrar, por segundo mes consecutivo, un mínimo histórico, al ser mencionado por sólo el 3,3% de los españoles. Con la circunstancia además de que el estudio fue realizado antes de que ETA emitiera su comunicado sobre el «cese definitivo» de la violencia terrorista.

El estado de opinión de la sociedad admite pocos o ningún debate, así como sus necesidades, que son sobre las que los gobernantes tienen la obligación de centrar sus esfuerzos y propuestas. No se trata de eludir asuntos sin duda de calado, como la lucha antiterrorista, que no debe desaparecer de la agenda del Gobierno de turno mientras ETA no se haya disuelto, sino de establecer prioridades y graduar las políticas en función de las mismas. Y, obviamente, la economía gana por goleada, como no podía ser de otra manera cuando lo que está en juego son las necesidades más básicas para muchos ciudadanos. O cuando el Banco de España alertó ayer mismo de que las probabilidades de recesión en la zona euro se han incrementado y advirtió del riesgo de que una parte del desempleo se convirtiera en estructural en España.

Mariano Rajoy ha actuado con la sensatez, el sentido de estado y la responsabilidad de un dirigente que no ha permitido que ninguna circunstancia desviara su atención de lo capital: la economía, la creación de empleo y el futuro de los españoles. El núcleo duro de su programa recoge esa determinación, que converge con lo que los españoles demandan. El candidato socialista, sin embargo, ha sido mucho más confuso y distante en lo económico. Rubalcaba se ha refugiado en un discurso poco creíble y carente de compromisos, más allá de sus guiños hacia un electorado de izquierda más radical. Su estrategia pasa por marcar distancias con el Gobierno de los cinco millones de parados y por eso prefiere alimentar cualquier debate que no sea el económico. Su problema es que casi nueve de cada diez españoles no comparten su criterio.