Estrasburgo

Abstención crónica

La participación en las elecciones europeas no ha dejado de descender en los últimos treinta años. Los recientes sondeos prevén este año una abstención récord que puede superar el 60%. Mientras, los candidatos extremistas y euroescépticos se perfilan como los grandes beneficiados de esta apatía electoral en los Veintisiete.

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Cansancio electoral tras treinta años de elecciones europeas. Gobiernos e instituciones de la Unión Europea (UE) hacen todo lo posible para que las séptimas elecciones europeas de junio no pasen a la historia por su elevado índice de abstención. De hacer caso al último Eurobarómetro, sólo el 34% de los votantes europeos –el 27% en España– tiene la intención de acudir al colegio electoral entre el 4 y el 7 de junio. Además, un apabullante 62% no cree que el Parlamento Europeo sirva para solucionar sus problemas.

En los inicios del proceso de construcción europea, los países miembros de la CE designaban directamente a sus diputados en Estrasburgo. Hubo que esperar hasta 1979 para que los ciudadanos tuvieran la oportunidad de ejercer directamente este derecho. Sin embargo, el entusiasmo duró poco. La participación no ha dejado de descender en las sucesivas citas electorales.

Frente al 62% de afluencia a las urnas registrado hace treinta años, en 2004 se perdió la barrera psicológica de la mitad del censo. Sólo acudió a votar el 45,6% de los europeos con derecho a voto, 45,1% en España. La abstención fue especialmente significativa en aquellos países de Europa Central y Oriental que acababan de integrarse en la UE un mes antes. Sólo el 46% de los checos o el 13% de los polacos emitieron su voto.

Ante tan negativos augurios, el Parlamento Europeo, única institución elegida democráticamente por los ciudadanos, ha lanzado una intensa campaña electoral, con impactantes anuncios de televisión incluidos, con el lema «Siempre hay tiempo para ir a votar». Incluso el presidente de la Comisión, José Manuel Durao Barroso, hace un desesperado llamamiento a través de su blog: «Debe elegir a los diputados del Parlamento Europeo que reflejen sus puntos de vista sobre cómo afrontar los retos que se plantean, porque la actuación de Europa tendrá, sin duda, efectos sobre la vida cotidiana y sobre usted. Así pues, su voto cuenta. Úselo».

En declaraciones a LA RAZÓN, Ignacio Molino, investigador para Europa del Real Instituto Elcano y profesor de la Universidad Autónoma de Madrid, señala que la desmotivación de la población es fruto de la propia naturaleza de la Eurocámara.

 «La gente no vota porque no existe el dramatismo de otras consultas electorales en las que hay un ganador y un perdedor. La participación en las elecciones europeas no produce un Gobierno y, además, todo se hace por consenso», explica Molino, en referencia a que el presidente de la Comisión Europea, el Ejecutivo comunitario, es elegido por los Estados miembros y no por la Eurocámara, que sólo tiene el poder de votar un candidato impuesto por los Estados.

Sin embargo, Molino advierte de que «los políticos se resistirán a dar más competencias al Europarlamento si la participación electoral sigue reduciéndose».

Por su parte, el presidente del Movimiento Europeo en España, el ex eurodiputado Carlos María Bru, critica que «las elecciones se conviertan en una cuestión nacional en España y en el resto de países». Bru considera que «la gente debe votar porque el Parlamento Europeo va a ganar peso» en poco tiempo, pero reconoce que «el consenso con el que debe actuar el Parlamento Europeo dificulta que sus decisiones sean conocidas por la gente».