Córdoba
Adiós al «psiquiatra rojo»
Carlos Castilla del Pino, que falleció ayer en Córdoba a los 86 años, conjugó ciencia y humanismo y defendió la humanizacion de las enfermedades mentales
«Psiquiatra rojo». Así le llamaban en la larga noche del franquismo, una manera de simplificar, porque en realidad lo que reprochaban era una conducta moral, inamovible con el tiempo, que quizá expresaba en la dureza de sus opiniones y su extrema racionalidad. Llamarle «rojo» iba en serio: perdió todas las cátedras a las que opositó. Sus enemigos y amigos saben donde lo dejó todo escrito: en dos volúmenes de autobiografías, «Pretérito imperfecto» (1997) y «Casa del olivo» (2004).HumanizarAyer murió en Córdoba, ciudad donde desarrolló toda su carrera. Nacido en San Roque (Cádiz) en 1922, estudio Medicina en Madrid y se vínculo al doctor López-Ibor, figura intocable de la psiquiatría de posguerra y en las antípodas de los planteamientos de Castilla de Pino, que acabó como adalid de un movimiento clínico e intelectual que luchó por humanizar el tratamiento del enfermo mental. Pero en esos años también fue colaborador del Departamento de Histología del sistema Nervioso del Instituto Caja de Madrid en Madrid, figura científica que le marcó que apenas siendo un niño ya había leído.Durante 37 años estuvo al frente de los Servicios Provinciales de Psiquiatría e Higiene Mental de Córdoba, desde 1949 hasta 1987, cuando se jubiló. Decenas de miles de pacientes pasaron por su consulta y como dijo el psicólogo José Luis Pinillos cuando Castilla del Pino ingresó en la Real Academia Española, supo luchar contra «las guerras que se engendran en la mente de los hombres». «Los seres humanos estamos hechos de una materia tan dúctil que por cualquier hendidura se nos puede intercalar la locura, pasajera como la de Don Quijote, o no», había dicho en alguna ocasión, tema que también trató en su discurso de ingreso en la RAE en marzo de 2004. A este tema le dedicó el ensayo «Cordura y locura en Cervantes» (2005). En Córdoba fue también donde empezó a militar en el PCE, entre 1980 y 1993, y donde redactó la mayoría de sus libros, muchos de ellos que sobrepasaban los estudios académicos, como un primerizo «Sexualidad y represión», o «Estudio sobre la depresión» (1966), «La incomunicacion» (1969), y «El delirio, un error necesario» (1988).El director de la RAE, Víctor Gacía de la Concha, dijo de Castilla de Pino que era «una figura absolutamente descollante como psiquiatra, como médico, como humanista y como escritor».
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