Moscú

El violinista que derritió Moscú

Alexander Rybak, el violinista que cautivó a los internautas
Alexander Rybak, el violinista que cautivó a los internautaslarazon

Se acabó el encantamiento del flautista de Hamelín. Quien manda ahora, al menos en Eurovisión, es el violinista noruego Alexander Rybak que, ayer encandiló a todos con su «Cuento de Hadas». Supo enamorar a la cámara, llevarse los aplausos del estadio olímpico de Moscú y lo más importante: arrasar en las votaciones con 387 puntos, récord histórico. El Zac Efron nórdico de 23 años recién cumplidos sedujo con su canción folk –de la que es autor y compositor– y su violín en «playback». Victoria indiscutible en un certamen sin frikis ni «drag queens». De paso, el triunfo de Rybak acalla a los que ven en el festival un compadreo infranqueable entre los países del Este. Cuando una puesta en escena y un tema gustan, los vecinismos son lo de menos. De ello dan fe quienes le pisaron los talones en el «euroránking»: la «shakirita» Hadise de Turquía, la islandesa algo melosa Yohanna, los poligoneros de Azerbayán y Jade, la británica. Claro, que la inglesa contaba al piano con Andrew Lloyd Webber, el genio de musicales como «Jesucristo Superstar» y autor de la canción. Hipotecada y sin victoriaCon más de una bebida energética llegaron al escenario la moldava Nelly Ciobanu y la ucraniana Svetlana Loboda –clon de Paris Hilton–, acompañada de unos romanos galácticos. Arrolladora, Svetlana se rebautizó como «la chica anticrisis» y se vuelve a casa con una hipoteca que pagar. Nada que objetar tampoco ante el impactante trastorno bipolar en el timbre de Malena Ernman, con rayos uva en demasía. La sueca culturista lo mismo interpreta la estrofa en tono cazallera que alcanza unos agudos que hicieron temblar las pocas cristalerías de los zares que quedan en pie. Pero, para miedo, las armenias. Y no sólo por el aquelarre que montaron las hermanas, vestidas por la madrastra de Blancanieves. Su estrabismo es preocupante, tanto como la autocensura a la que se sometió Dita Von Teese. Si en los ensayos mostró sus pechos cargados de purpurina, ayer se apretó el corsé. En el mismo suelo que pisó la «stripper» , Noa lanzó su himno a la reconciliación entre israelíes y palestinos. Por su parte, el pop ilusionante del danés no fue reconocido.Si el griego Sakis Rouvas repetía en Eurovisión, Chiara, de Malta, tripitió con una canción propia de la factoría Disney. Portugal se coló en la final por méritos propios con un ritmo a lo Diego Torres ajeno al «chundachún» de Finlandia. Sin pena ni gloria pasaron los países del Este. Y Francia, depresiva.De puertas para fuera del certamen, la policía rusa detuvo a unos 20 activistas gays en una manifestación no autorizada. Dentro, lo más impactante fue el escenario de 25 metros y la conexión con el espacio para comenzar las votaciones. De Joaquín Guzmán como comentarista, sólo cabía esperar que confundiera a la primera ganadora de Eurovisión –que se paseó día y noche por Moscú– con la madre del joven Alexander. Para quien quiera más Eurovisión, el año que viene Oslo y su violinista esperan.